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SE ENCUENTRA EN VIGENCIA LA RESOLUCIÓN QUE CONTEMPLA A DOCENTES Y ESTUDIANTES EN DÍAS DE INTENSA LLUVIA

El Ministerio de Educación de la Provincia informa que se encuentra en plena vigencia la Resolución Nº 3090, con fecha del 9 de mayo de 2017, que amplía la Resolución Nº 2684/17, que establece que cada uno de los directores de las Regionales Educativas de la provincia, responsable de Subregional y Subsede, en uso de sus atribuciones, es quien determina la falta de condiciones de accesibilidad de docentes, no docentes y alumnos, de manera total o parcial, de una localidad o ciudad, en caso de que se registren abundantes precipitaciones que suelen afectar a la provincia, y que constituyen causas ajenas a la voluntad de los trabajadores y estudiantes impidiéndoles llegar a los establecimientos educativos.

 

Vale destacar que la Resolución Nº 3090/18  es una ampliatoria de la Nº 2684, de abril de 2017, que contempla también  “la falta de accesibilidad de docentes, no docentes y estudiantes en las instituciones educativas por causa de medidas de fuerza de empleados del transporte público, cortes de rutas por manifestaciones y/o inundaciones o desbordes de ríos o espejos de agua, de manera total o parcial, de una localidad o ciudad”.

 

Con esta Resolución, se deja sin efecto la Nº 4632/14. Esta resolución vigente establece que los agentes comprendidos en esta situación deben acreditar fehacientemente, presentando constancia extendida por ente oficial (Policía del Chaco y/o Defensa Civil) en la que constarán las fechas desde y hasta cuándo se vieron afectados.

Asimismo, encomienda a los directivos a establecer, en acuerdo con los docentes, las estrategias pedagógicas para garantizar la recuperación de los contenidos sin que implique la ampliación de la carga horaria establecida.

 

Además, menciona que se debe determinar que los directores de cada establecimiento de todos los niveles y modalidades, regímenes especiales y servicios educativos, por disposición acreditarán las situaciones del personal involucrado, sin consignar inasistencias, cuando se encuentran afectados por las razones expuestas en los considerandos precedentes previa recepción de las constancias pertinentes, las cuales deberán ser presentadas en el término de 48 horas.

Actualidad

“Tenía mi casa, pero viví seis años en una plaza”: la joven que dormía sobre cartones y mendigaba obligada por su padre

Fue durante el invierno de 2011. Karen Cooper todavía no había cumplido seis años cuando su papá le dijo: “Agarrá un abrigo, que vamos a ir a pasear”. La propuesta la llenó de ilusión: hacía rato que el hombre estaba distante y cada vez pasaba menos tiempo con ella. Juntos viajaron desde Turdera, Lomas de Zamora, hasta Barrancas de Belgrano. Para ella iba a ser una aventura, hasta que se hizo de noche.

“Empecé a tener frío y sueño. Le dije a mi papá que quería volver a casa y me contestó: ‘Nos vamos a quedar un ratito más hasta que llegue el tren. Si tenés sueño acostate en este banco’”, cuenta. “Lo último que me acuerdo es que me estaba haciendo mimos. Cuando me desperté ya era de día. Tenía el cuerpo duro de tanto frío y estaba sola. Empecé a mirar para todos lados. ‘Pá, pá’, gritaba. Hasta que en un momento lo vi salir de atrás de un árbol. Otra vez le pedí volver a casa. ‘Hoy nos quedamos acá’, volvió a decirme. Y así sucesivamente. Pasaron dos semanas, un mes, cuatro meses… Seis años nos quedamos en la calle”.

Ese banco de plaza fue el inicio de una infancia y una adolescencia atravesadas por la precariedad y repletas de violencia, abusos y abandono. “De un día para el otro empezamos a acomodarnos en plazas con cartones y frazadas. Yo no entendía nada”, repasa, hoy, Karen. Después de un tiempo, ella y su padre se instalaron en el parque Los Andes, en Chacarita, donde ahora transcurre esta entrevista. “Dormíamos entre los arbustos”, dice apuntando a los arbustos podados en forma de círculo que siguen estando en el mismo lugar.

¿Cómo es crecer en la calle a pesar de tener una casa? ¿Cómo se sobrevive al frío, al hambre, a la mirada ajena? ¿Qué lugar ocupaba la escuela en medio de todo eso? ¿Dónde estaba el resto de su familia? En esta entrevista con Infobae, Karen responde esas y otras preguntas.

La infancia antes de la calle

Karen Cooper nació en un hogar atravesado por la separación de sus padres. Su mamá la tuvo a los 17 años y la crianza recayó en su abuela materna. Fue una primera infancia dura: “Mi abuela tenía mucha preferencia por mi hermana, que era un año y un mes más grande que yo y tenía otro papá. Todo el tiempo marcaba diferencias entre nosotras. A mí me daba de comer polenta y a ella le daba otra cosa. A mí me decía: ‘Negrita’ o ‘Negra de mierda’. También me obligaba a acompañar a mi abuelo a levantar cartón. Mi hermana, en cambio, iba al jardín”.

A pesar de su corta edad, Karen guarda recuerdos muy nítidos de aquella época. De su madre son difusos porque, prácticamente, no estaba en la casa. Su papá, también bastante ausente, la pasaba a buscar los fines de semana cada quince días. “Con él tenía mucha conexión. Me traía chocolates, me llevaba a la plaza y a la calesita. Me alegraba verlo porque era el único que me dedicaba tiempo”, dice.

En esa etapa —explica ahora— nunca se animó a contarles a sus padres lo que le hacía su abuela. “En mi casa había muchas discusiones, gritos y problemas, y yo no quería cargarlos con algo más. Entonces me lo guardaba. Un poco por eso y otro poco porque tenía miedo”, cuenta.

A los tres años, una crisis de salud dejó a Karen al borde de la anorexia. En ese contexto, su padre decidió llevársela a Turdera, la localidad de Lomas de Zamora, donde él vivía. Allí, por primera vez, tuvo una rutina de cuidados básicos. “Mi papá me enseñó a bañarme, porque nadie me lo había enseñado. Tengo una imagen muy linda de él, parado atrás de la puerta, diciéndome: ‘Ahí tenés el jabón; el shampoo sirve para lavarte el pelo; si querés que el agua salga más fría, girá la canilla para este lado’”.

Durante un tiempo la vida pareció estabilizarse, pero meses antes de que Karen cumpliera seis años, todo cambió. Su padre empezó a mostrarse extraño, distante, y a ausentarse casi todo el día. “Ya no salíamos a jugar y apenas me prestaba poca atención. Yo pasaba mucho tiempo sola, mirando televisión. Una vez me caí por la escalera de la terraza y me lastimé la rodilla. No sé si me puse hielo o una curita, pero sí sé que me acostumbré a resolver”, cuenta.

Dormir a la intemperie

La primera noche que durmió en un banco de cemento a la intemperie, Karen no sabía que ese iba a ser su destino por los próximos seis años. Los primeros meses los pasaron en la plaza Barrancas de Belgrano, hasta que la policía empezó a correrlos de madrugada. “Así llegamos a parque Los Andes, que era como más tranquilo. Encontramos unos arbustos y ahí dejamos nuestros cartoncitos y nuestra bolsa de ropa, que habíamos juntado gracias a donaciones de la gente”, recuerda, mientras señala el lugar.

Allí aprendió a sobrevivir con lo justo y necesario. “Cuando vivís en la calle no te podés armar una casa porque te movés para todos lados. En ese sentido, tener un colchón era todo un tema. Primero, por el traslado; segundo, por las lluvias. Cuando llueve, el colchón no se te seca. Y si lo dejábamos en algún lugar, alguien se lo llevaba. Entonces, era imposible. Para dormir usábamos cartón: lo poníamos sobre el pasto y luego cubríamos con una o dos frazadas para estar más calentitos, porque el cartón se humedecía con el pasto”, recuerda. Lo peor eran las noches de invierno. “Dormir en la calle con frío era una tortura: se te congelaban los dedos, la cara… todo el cuerpo. Era como que dejaba de sentirlo. Nosotros nos cubríamos con nailon para taparnos del viento. Hasta que nos dimos cuenta de que así llamábamos más la atención y podía venir la policía. Así que, directamente, nos tapábamos con el nailon y poníamos la frazada arriba”, explica.

Las duchas con agua caliente eran esporádicas: cada tanto, ella y su padre iban a un parador del Gobierno de la Ciudad, donde podían higienizarse. “Aunque eran diez minutos, esos días los aprovechaba un montón porque podía pasarme jabón por todo el cuerpo y lavarme bien el pelo con shampoo”, dice. Otras veces, la mayoría, recurría a una fuente de la plaza. “Me tiraba agua como podía y la pasaba bastante mal porque estaba muy fría”, agrega.

Las dos caras de la escuela

A pesar de la realidad que afrontaba, Karen asistía al colegio a diario. Según cuenta, todas las mañanas se ponía el guardapolvo, pasaba a lavarse la cara y los dientes por un restaurante que estaba enfrente del parque y luego caminaba dos cuadras hasta la escuela pública, donde cursaba jornada completa. “Para mí el colegio era como un hogar. Un lugar calentito para quedarse. Te daban el desayuno, el almuerzo, podías estudiar en la biblioteca”, dice. Sus actividades no terminaban ahí: cuando salía de la institución asistía a un taller de apoyo escolar y actividades artísticas.

Con el tiempo, sin embargo, la escuela también se volvió un espacio hostil. “Antes de entrar al colegio, algunos de mis compañeros pasaban por la plaza y me veían salir de entre los arbustos. Eso me trajo muchos problemas porque empezaron a hacerme bullying y yo me moría de vergüenza”, cuenta. Mientras algunos niños la señalaban y se burlaban de ella, las madres de esos chicos comenzaron a acercarse con gestos de cuidado: “A veces me invitaban a tomar la chocolatada a sus casas y era hermoso. Después volvía a mi realidad y me entraban muchas ganas de llorar. Siempre quise ser igual a mis compañeritos”.

Esa necesidad de pertenecer encontraba un respiro en una fecha especial: el 13 de noviembre, el día de su cumpleaños. Ese día, al menos por unas horas, Karen dejaba de ser “la chica que vivía en la plaza” y podía sentirse una más. “Siempre fui fanática de mi cumpleaños porque es el día en que uno recibe más cariño y atención. Diez días antes, arrancaba con la cuenta regresiva. Soplaba las velitas en la escuela y en el taller”, recuerda. Con el paso de los años, también lo celebraba en las ollas populares donde se acercaba a cenar y le improvisaban una torta. Cuando pedía los tres deseos, ansiaba que alguien de su familia fuera a buscarla para desearle feliz cumpleaños. “Mi ilusión siempre fue que aparecieran mi hermana, mi abuela, mi mamá… alguien. Pero nunca pasó”, admite.

De recorrer las villas a pedir en los trenes

Con el paso de los meses, Karen entendió que su papá era adicto y que la calle era su nueva casa. “A los siete ya sabía que se drogaba. Me llevaba con él a la Villa 31 porque era de noche y no quería dejarme sola. Caminaba tan rápido por la abstinencia que yo no podía seguirle el ritmo”, recuerda.

En ese estado, el hombre se aprovechó de su hija. “Mi papá vivía de mí. No es que vino un día y me dijo: ‘Andá a hacer plata’, pero me lo sugirió. ‘Sería bueno que vayas a pedir a los trenes para que comamos. Yo no puedo hacerlo porque soy grande y soy hombre. Vos sos chiquitita y te van a dar más plata’, me dijo”.

Al principio, Karen pedía tímidamente “una monedita, por favor”. Después repartió estampitas y papelitos escritos. Pero cuando la plata no alcanzaba, tuvo que apelar a otros recursos. “Ahí mi papá me hizo cambiar el speech: ‘Decí que tenés dos hermanitos, que yo estoy internado y que necesitás plata para comer’. Y yo me subía al tren y repetía todo eso”, lamenta.

En la vida de Karen, la figura de su padre ocupa un lugar complejo. Por un lado -dice- fue quien la rescató del maltrato de su abuela; por el otro, la arrastró a vivir en una plaza y vulneró todos sus derechos. En medio de esa contradicción, ella destaca algunos gestos:

Mi papá tenía momentos y momentos. Momentos en los que yo no lo reconocía y momentos en los que intentaba conectar conmigo e inculcarme algunos valores. Me explicaba: ‘Vos tenés que limpiar tu guardapolvo. No importa que vivas en la calle: al colegio tenés que ir limpita’. Entonces yo iba y lavaba el guardapolvo en la fuente. Cada vez que podía, me decía: ‘Yo soy el ejemplo que vos no tenés que seguir’. Me lo decía y me miraba con tanta tristeza que yo me ponía a llorar. ‘No digas eso, papi, no digas eso’, le respondía”.

Mientras deambulaba mendigando plata, Karen también atravesó situaciones inesperadas. Una de las más traumáticas ocurrió en un tren casi vacío, cuando un hombre intentó abusar de ella. “Salí corriendo y me bajé en cualquier estación”, recuerda. Tiempo después, una mujer que conoció paseando a su perro en parque Los Andes, le propuso adoptarla. “Me dijo que podía darme la vida que mi papá no me estaba dando: llevarme al colegio, comprarme ropa, juguetes e irnos de viaje. Pero cuando le pregunté si lo iba a llevar a él también y me dijo que no, me negué. No quería dejarlo solo”, relata.

“¿Nosotros teníamos una casa?"

Seis años después de aquella tarde en la que le había dicho “vamos a pasear” y la llevó a dormir por primera vez a un banco de plaza, el padre de Karen volvió a repetir la misma palabra: “Vamos”. Ella no entendía a dónde, pero, como siempre, lo siguió. “Subimos al tren y en un momento veo que es mi casa. Le dije: ‘Pará, ¿nosotros teníamos una casa? ¿Esto era nuestro?’. Y me dice: ‘Sí, pasá, es tuyo’. Me chocó un montón. Muchos sentimientos encontrados. No podía creerlo: tenía mi casa pero viví seis años en una plaza”, recuerda. Estaba todo como lo había dejado: la cama con el mismo acolchado, mi camperita favorita, que ese día no me la había llevado, mi ropa bien acomodadita, mis juguetes, que ya no me interesaban y los tuve que regalar”, agrega.

Cuando cumplió 15, se reencontró con su madre que, para entonces, había formado otra familia. “Empecé a contarle todo lo que había atravesado. Ella me escuchó y, en un momento, me dijo: ‘Sí, yo ya sé que pasaste todo eso. Estaba al tanto de todo’. Yo por dentro pensaba: ‘¿Estabas al tanto de todo y nunca viniste a buscarme?’. Fue durísimo porque, además, ella tuvo más hijos y con ellos era una mamá presente”, dice.

Cuando por fin pudo volver a dormir en una cama, guardar comida en una heladera y bañarse todos los días con agua caliente, Karen creyó que su vida iba a cambiar para bien. Pero no fue así. “Mi papá entró en el alcohol y canalizaba toda la abstinencia de la droga conmigo. Me pegaba, me agarraba la cabeza y me la daba contra la pared. Me ha revoleado vasos de vidrio y me ha amenazado con botellas cortadas”, recuerda. Los golpes eran tan fuertes que, más de una vez, fingió desmayos para que dejara de “pegarle piñas”.

El reencuentro con su madre. “Le conté todo lo que había atravesado. Ella me escuchó y, en un momento, me dijo: ‘Sí, yo estaba al tanto de todo’. Nunca vino a buscarme”, dice (Video/Maxi Bernardi)

Del enojo al perdón

Después de cumplir 15, Karen se independizó y se fue de la casa de su padre. Terminó el secundario en la Escuela N° 41 de Turdera y se refugió en la fe. Aceptar lo que había vivido no fue fácil. “Hasta ese momento tenía todas las emociones muy guardadas, como que las había ocultado”, dice. Primero apareció la bronca: “Me empezó a dar mucha ira y frustración para con mis padres. ‘Yo dormía en la calle, yo salía a pedir plata por los trenes... ¿Nadie se daba cuenta de que todo eso estaba mal?’, pensaba”. Hasta que finalmente entendió que quedarse enojada no le iba a servir. “Mi mejor método de defensa fue decir: ‘Soy la mujer que soy gracias a todo esto que pasé’. Igual, me costó un montón procesarlo”.

Sin dinero para costear sesiones de terapia, encontró en Internet su forma de empezar a sanar. “Veía videos en YouTube para entender de dónde vienen las heridas y cómo sanarlas. Todo me llevaba al perdón. Y yo decía: ‘La verdad es que no quiero perdonarlos y después sentarme al lado de ellos como si nada’. Hasta que entendí que el perdón no es eso, que hay muchas maneras de perdonar”, dice. La que encontró ella fue escribir cartas de liberación. “Les escribí a cada uno como si les estuviera hablando. ‘Papi, querido: Todo lo que hiciste me dolió, pero te suelto’, le decía. Lo mismo con mi mamá, con mi abuela. Después las quemé en el fuego”, cuenta.

Aunque ahora no tiene relación con sus padres, hace dos años, su papá le tocó el timbre y, como pudo, le ofreció unas disculpas por las situaciones a las que la expuso. “Yo te quiero pedir perdón por todo lo que te hice, por todo lo que pasaste”, le dijo mientras lloraba “como un nene”. Para ella fue un buen gesto y así lo recibió. “Me gustó recibir perdón de su parte”, asegura.

Hoy, Karen se dedica a ser mentora de mujeres. “Para eso primero tuve que sanar yo. Estudié formación de alto impacto, coaching y realicé varios cursos de psicoterapia. Mi hambre por ayudar era mucho. ¿Qué hago? Acompaño a mujeres que atraviesan duelos, desamores, que se sienten en piloto automático. Yo pasé por ese proceso y sé lo que se siente estar ahí. La raíz siempre es tu historia: tu infancia, tus traumas, tus heridas pasadas. Hacer esa introspección es lo que permite sanar y pasar a otra etapa”, explica.

“Yo soñaba con ser una mujer que pudiera enfocarse en ella misma, que pudiera decir que no sin sentir culpa. Hoy sé decir ‘Hasta acá’, sé lo que quiero y lo que no quiero. Hoy puedo hablar, expresarme, decir lo que siento. Lógicamente, me faltan un montón de cosas por aprender, pero lo principal, que era convertirme en la mujer de mis sueños, ya lo alcancé”, se despide Karen, con la convicción de quien convirtió la herida en un motor para seguir adelante.

Fuente: Infobae

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Salud

Cuántas tazas de café son demasiadas y los 10 riesgos del consumo excesivo

El café forma parte del desayuno de miles de personas en todo planeta, pero también está presente en varios momentos del día. Sin embargo, el consumo excesivo de cafeína puede provocar graves problemas de salud.

Según VeryWell health, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) indica que el límite seguro para adultos es de 400 mg diarios, equivalentes a unas cuatro o cinco tazas de café, mientras que durante el embarazo y la lactancia, se recomienda no superar los 200 mg diarios.

Por su parte, especialistas en salud infantil aconsejan que niños y adolescentes eviten completamente las bebidas con cafeína antes de los 12 años, dada su mayor sensibilidad y riesgo de efectos adversos.

La cafeína se encuentra en café, té, refrescos, bebidas energéticas, chocolate, medicamentos y suplementos, lo que facilita su consumo inadvertido por encima de los valores recomendados y eleva el peligro de efectos indeseados.

Evidencia científica sobre los riesgos del exceso de cafeína

Diversas investigaciones respaldan la importancia de controlar el consumo de cafeína. Un estudio publicado en el American Journal of Clinical Nutrition analizó a más de 5.000 adultos y concluyó que ingerir más de 400 mg diarios aumenta significativamente el riesgo de insomnio, ansiedad y trastornos cardiovasculares.

Los autores observaron que incluso en consumidores habituales, superar el límite recomendado se asociaba con alteraciones en la calidad del sueño y mayor frecuencia de palpitaciones.

Otra investigación respaldada por la Universidad de Nevada, citada por VeryWell health, identificó una relación directa entre el exceso de cafeína y una reducción en la fertilidad masculina, hallando que varones que consumían altas dosis presentaban una menor calidad seminal.

Estos estudios refuerzan la necesidad de ajustar la ingestión de cafeína según la edad, el estado de salud y la sensibilidad individual, para minimizar los riesgos asociados a su abuso.

10 efectos no deseados de abusar de la cafeína

1. Dolor de cabeza

El consumo excesivo de cafeína puede estimular el sistema nervioso central y, ante abusos o interrupciones bruscas, provocar “cefalea por rebote”.

2. Ansiedad y alteraciones en la salud mental

Una ingesta moderada mejora el ánimo, pero dosis de dos a seis tazas diarias pueden producir ansiedad, y superar los 400 mg diarios se vincula a estados depresivos.

3. Trastornos del sueño

La cafeína puede dificultar conciliar el sueño y mantenerlo. Se recomienda dejar pasar entre seis y ocho horas antes de acostarse, aunque algunas personas requieren intervalos mayores por su sensibilidad.

4. Irritabilidad

Este síntoma aparece sobre todo en quienes consumen grandes cantidades o presentan trastornos de ansiedad.

5. Sed aumentada

Puede presentarse una mayor sensación de sed, sobre todo en consumidores ocasionales, aunque la evidencia a dosis muy altas es limitada.

6. Taquicardia

La cafeína eleva la frecuencia cardíaca. Incluso con cuatro tazas de café pueden surgir palpitaciones, y los metabolizadores lentos sufren consecuencias con menos cantidad.

7. Micción frecuente

El efecto diurético de la cafeína incrementa la necesidad de orinar, lo que puede llevar a la pérdida de nutrientes esenciales y afectar la salud, sobre todo en personas con vejiga hiperactiva.

8. Dolor en el pecho

La cafeína puede restringir el flujo sanguíneo al corazón, originando dolor torácico, especialmente en personas con afecciones cardiovasculares, tratamientos farmacológicos o alta sensibilidad. VeryWell health recomienda buscar atención médica inmediata si este síntoma ocurre tras consumir cafeína.

9. Infertilidad masculina y debilitamiento óseo

Ingerir más de 400 mg diarios se asoció con mayor riesgo de infertilidad masculina y fragilidad ósea. El descenso de nutrientes como calcio, magnesio y vitaminas del grupo B perjudica la salud ósea.

10. Reacciones alérgicas graves

Pueden aparecer dificultades respiratorias, urticaria o presión arterial baja. En estos casos, se aconseja suspender la cafeína y acudir de inmediato a un centro de atención médica.

El abuso de cafeína puede alterar la eficacia de numerosos medicamentos, entre ellos antidepresivos, tratamientos para el déficit de atención, sedantes, antihipertensivos, anticoagulantes, fármacos para el Alzheimer y el Parkinson, antibióticos, antiinflamatorios y hormonas.

Consultar con un profesional sanitario resulta fundamental para identificar posibles interacciones si se sigue tratamiento médico.

Para reducir el consumo, VeryWell health recomienda hacerlo gradualmente y elegir alternativas de bajo o nulo contenido de cafeína, como café mitad descafeinado, té verde o infusiones de hierbas, para evitar síntomas de abstinencia.

Hidratarse con agua, y llevar una dieta rica en vitamina C, magnesio, zinc y fibra —presente en verduras de hoja verde, cereales integrales, huevos, pescado y frutos secos— puede ayudarte a combatir el cansancio al reducir la cafeína.

Ante síntomas persistentes, un profesional de la salud puede descartar causas subyacentes y orientar sobre cambios saludables.

El organismo tarda entre cuatro y seis horas en reducir a la mitad la cantidad de cafeína, por lo que sus efectos pueden percibirse mucho tiempo después de la última taza.

Fuente: Infobae

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Deportes

Un periodista francés reveló el particular pedido que le hizo Messi para entrevistarlo en su casa tras ganar el Balón de Oro

El Balón de Oro logrado por Lionel Messi en 2021 no fue uno más en su carrera, ya que significó el primero obtenido lejos del Barcelona. Su polémica salida al París Saint-Germain (PSG) lo catapultó como la máxima cara de la Ligue 1 de Francia y la revista France Football, que creó el galardón para premiar al mejor jugador de cada temporada, condecoró al hombre que había roto la pared meses antes con la consagración en la Copa América con la selección argentina. Días después, se sometió a un reportaje y uno de los presentes en esa charla reveló un singular pedido del 10 antes de ser entrevistado.

Franck Seguin, jefe de edición del diario L’Équipe, que pertenece al mismo grupo empresario que France Football, se refirió a esa producción en un documental inédito subido a YouTube bajo el título de “Balón de Oro 2025: entre bastidores de un secreto”. Al minuto 16 del video que se extiende por 26′, el recuerdo de esa entrega inunda la pantalla y el periodista rememoró el diálogo mantenido con él antes de encender la cámara: “Cuando fuimos a su casa en París, nos dijo que teníamos que llevar medias. Él mismo llevaba medias”.

La sorpresa invadió a los invitados, luego de pedirles que se saquen los zapatos para ingresar a su morada: “De repente, el mito se desmoronó un pocoSeguía siendo el mejor futbolista del planeta. Pero, de repente, nos encontrábamos en casa de nuestra abuela, que nos pedía sacarnos las zapatillas. Sonreímos un poco y eso relajó el ambiente”.

A continuación, brindó detalles sobre cómo se planificó la fotografía de Leo con los siete Balones de Oro ganados hasta ese momento: “Le habíamos pedido que trajera todos sus Balones de Oro. La idea de tener a Messi con siete Balones de Oro en ese momento era una idea un poco loca que, de repente, se hizo realidad”. Se quedó con el octavo en 2023.

En este sentido, afirmó que el campeón del mundo en Qatar 2022 con la selección argentina dio lo mejor de si mismo y reveló algunos de sus secretos, como su frase frente a la cuestión de cómo es ser Lionel Messi todos los días: “Estoy contento de todo lo que ha pasado, aunque a veces tengo que admitir que me gustaría pasar desapercibido, disfrutar de mi familia sin que la gente me reconozca”.

Por otro lado, Seguin eligió su imagen predilecta de esa producción, en la que se lo observa a Messi en una pose pensativa mirando uno de los galardones ganados en su carrera: “Esa foto es una de mis favoritas. Creo que está pensando en todo lo que ha vivido hasta ese momento. Por este enésimo trofeo, el séptimo en ese momento. Es muy, muy sincero”.

En esa nota periodística, una de las frases más salientes del emblema de Inter Miami estuvo vinculada a si se considera el mejor jugador de la historia de este deporte: “Nunca dije que lo soy ni intento hacerme esa idea. Para mí ser considerado uno de los mejores de la historia es más que suficiente. Es algo que jamás me hubiera imaginado. Es algo que no me interesa, no cambia nada ser considerado el mejor o no. Y nunca busqué serlo”.

Además, fue consultado sobre la sensación de ser un modelo a seguir por el constante sacrificio desde muy pequeño que lo llevó a la cúspide del fútbol a nivel clubes y selección: “No sé si soy un modelo para el resto, nunca me gustó ser un modelo o dar consejos. Luché por mis sueños. Al principio era ser jugador profesional, después luché para superarme y alcanzar cada año nuevos objetivos. En esos momentos hay un poco de suerte. Creo que Dios eligió que me llegara todo”.

Por otro lado, las eternas comparaciones con Diego Armando Maradona también estuvieron presentes en la conversación: “Sinceramente nunca me he comparado con Diego, absolutamente nunca. Nunca presté atención a esas comparaciones”.

Fuente: Infobae

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