“Cuando estoy nadando, no pienso en nada. Solo cuento las vueltas, así sé cuántas me quedan”, dice Betty Brussel, la mujer que, a sus 100 años, demostró que la vitalidad y la longevidad no tienen fecha de caducidad. “No siento que tenga mi edad, salvo cuando estoy muy cansada. Pero la mayoría del tiempo no me siento vieja”, agrega.
Es que Brussel es una mujer excepcional por muchas otras razones. En enero de este año, pocos meses antes de celebrar su centenario, rompió tres récords mundiales en natación en la categoría de 100 a 104 años. Completó los 400 metros estilo libre en 12 minutos y 50.3 segundos, y superó la marca anterior por casi cuatro minutos; registró 1 minuto y 24.91 segundos en los 50 metros espalda; y marcó 1 minuto y 56.22 segundos en los 50 metros braza, y estableció una nueva referencia en la categoría.
Con un entrenamiento sencillo de dos días a la semana en la piscina del White Rock Wave Swim Club, el club local, Betty tiene un secreto: la constancia es más importante que la intensidad. “Siempre intento encontrar un ritmo que pueda mantener, y en la última vuelta doy todo lo que tengo”, explica Betty.
Su conexión con la natación comenzó en los canales de Ámsterdam durante su infancia y, desde entonces, el agua se convirtió en un refugio y una fuente de fortaleza. Incluso, la natación la salvó de la tristeza por el fallecimiento de su esposo y le permitió seguir adelante junto a sus tres hijos. “Siempre vuelvo a nadar, pase lo que pase. Me olvido de todas mis preocupaciones y siempre me siento mejor”, afirmó en una entrevista con The Guardian.
Al igual que Tim Minnick, el entrenador más longevo en el mundo del fitness, Betty inspira a miles con su mensaje de que la edad no es una barrera para alcanzar nuevas metas. Su historia es un testimonio de perseverancia y un llamado a redefinir lo que significa envejecer.
De los canales de Ámsterdam a las piscinas de récord
“Estaban construyendo un puente sobre el canal y echaron arena en el fondo. Así que mis hermanos y yo nos enseñamos mutuamente a nadar”, relató la mujer sobre su infancia en Ámsterdam (Foto de ARCHIVO) 14/5/2014
Betty Brussel nació el 28 de julio de 1924, en Ámsterdam, y es la segunda de doce hermanos en una familia que aprendería pronto a enfrentar las dificultades. Su infancia estuvo marcada por los años duros de la Segunda Guerra Mundial, un periodo que moldeó su carácter resiliente. “No fueron años fáciles”, recordó en una entrevista con CBC.
“Mis padres me sacaron de la escuela para ayudar a cuidar a mis hermanos menores. Teníamos que asegurarnos de tener suficiente comida. Esa era nuestra vida y no sabíamos hacer nada mejor”. Pero, aun en los momentos más dolorosos, Betty descubrió por primera vez su amor por nadar en las aguas de los canales de su ciudad natal.
“Estaban construyendo un puente sobre el canal y echaron arena en el fondo. Así que mis hermanos y yo nos enseñamos mutuamente a nadar”, relató a The Guardian. Aunque entonces la natación era solo un juego, estos momentos definieron su relación con el agua, un lugar que más tarde se convertiría en su refugio.
En 1959, junto a su esposo Gerrit, Betty emigró a Canadá, y se instaló en Grand Forks, un pueblo pequeño en la Columbia Británica. Allí, mientras Gerrit trabajaba como carpintero, Betty encontró empleo como costurera y juntos criaron a sus tres hijos. “Éramos un equipo. Siempre encontrábamos la manera de salir adelante”, compartió.
El fallecimiento de Gerrit marcó profundamente la vida de Betty, quien encontró en la natación un modo de sobrellevar la pérdida. “Fue difícil, pero el agua me ayudó a sanar”, confesó. A partir de ese momento, la piscina se convirtió en un espacio de consuelo y renovación emocional: “Siempre vuelvo a nadar, pase lo que pase. Es lo que me mantiene en pie”, señaló.
Así, la natación dejó de ser solo una actividad recreativa para convertirse en una parte esencial de su vida. Con una dedicación constante, pero sin excesos, Betty desarrolló una rutina que, años más tarde, la llevaría a romper récords mundiales.
La rutina de entrenamiento que desafía al tiempo
A sus 100 años, Brussel demostró que no se necesita un régimen extenuante para alcanzar la grandeza. Su rutina se limita a dos días a la semana en la piscina del White Rock Wave Swim Club, donde entrena sin ejercicios específicos ni sesiones adicionales. Este enfoque minimalista contrasta con los entrenamientos intensivos de los nadadores más jóvenes. “¿Qué puedo decir? Soy un poco perezosa”, confesó.
En lugar de técnicas avanzadas, su éxito se basa en la constancia y en escuchar a su cuerpo. “Siempre trato de encontrar un ritmo que pueda mantener”, explicó Betty y agregó: “En estas carreras le pides mucho a tu cuerpo, y en la última vuelta doy todo lo que tengo”. Este método, que ella describe como sencillo, la llevó a romper tres récords mundiales en la categoría de 100 a 104 años.
Linda Stanley Wilson, presidenta del White Rock Wave Swim Club y entrenadora de Betty, subrayó que su enfoque está en proteger la salud de la nadadora: “Cuando la entreno, simplemente me aseguro de que no esté haciendo nada biomecánicamente contraproducente o que pueda causarle una lesión”, declaró a The Guardian. A pesar de su avanzada edad y el uso de un marcapasos, tras sufrir un ataque al corazón hace 25 años y depende de audífonos, Betty mantiene una independencia y movilidad que impresionan a quienes la rodean.
La clave de su bienestar radica en un estilo de vida activo y equilibrado. Además de nadar dos veces por semana, Betty es una ávida lectora y dedica tiempo a actividades como resolver acertijos, bordar y tejer, lo que mantiene su mente activa y alerta. Su entrenadora también aportó otros detalles cuando dijo que “ella encuentra confianza en el agua. Es una forma de relajarse y recargar energías”.
Wilson también comentó sobre el impacto de Betty en su entorno: “Tiene los ojos azules más brillantes y la sonrisa más cálida. Es muy divertida y charlatana”. Y agregó que en las competiciones, Betty suele ser el centro de atención.
Aunque su éxito en la piscina acaparó la atención internacional, Betty no atribuye su longevidad a una sola actividad. “No sé si es la natación o mi amor por la vida lo que me mantiene así. Probablemente, una mezcla de ambos”, reflexionó. Su dieta es sencilla y variada, sin restricciones extremas, y siempre da prioridad al descanso.
Betty es consciente de que su historia inspira a muchos, pero mantiene una visión humilde sobre su propia vida. “Mis amigos han muerto. No hay muchos a quienes llamar. Pero sigo viviendo día a día, disfrutando lo que hago”, compartió.
Fuente: Infobae