Kay Nash, una profesional en el campo del derecho en Washington, D.C., se enfrentó a una preocupación constante cuando su hijo comenzó la secundaria. Como madre, conocía bien las dificultades de organización y estudio de su hijo, diagnosticado con TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad) y ansiedad desde que estaba en tercer grado. Aunque un tratamiento combinado de medicación y apoyo escolar lo había ayudado a transitar la primaria, los cambios y mayores exigencias de la secundaria empezaron a impactar en su rendimiento.
Con el paso a secundaria, Nash observó una carga de trabajo creciente, con más asignaturas, proyectos y tareas que aumentaba las dificultades organizativas de su hijo. Ella intuía el riesgo de caer en una dinámica en la que los recordatorios, las exigencias de cumplir con plazos y la presión por obtener buenas calificaciones se convirtieran en una fuente de conflicto constante entre ambos.
Kay no deseaba esa relación con su hijo; quería un vínculo basado en el apoyo y la motivación más que en la crítica y la supervisión constante. “No quería tener que gestionar sus deberes escolares, gritándole sobre los plazos o sobre la importancia de las buenas calificaciones”, recuerda. “Quería una relación positiva y alentadora con mi hijo”, cuenta en el artículo de The Wall Street Journal.
Determinada a ofrecerle un soporte que no se limitara a las urgencias académicas del presente, Nash decidió buscar ayuda profesional.
Una ayuda clave para el éxito escolar y la vida cotidiana
Así descubrió un recurso aún desconocido para muchas familias: los entrenadores de función ejecutiva. Este nuevo enfoque en el apoyo educativo y emocional pone énfasis en ayudar a los estudiantes a desarrollar una serie de habilidades conocidas como función ejecutiva (EF, por sus siglas en inglés), fundamentales para la organización, la planificación y la adaptación a distintas situaciones.
La función ejecutiva se basa en tres habilidades clave. Primero, la memoria de trabajo, que permite retener información a corto plazo; segundo, el control inhibitorio, que ayuda a los estudiantes a manejar impulsos y posponer gratificaciones; y finalmente, la flexibilidad cognitiva, la capacidad de adaptarse, resolver problemas, planificar y realizar múltiples tareas.
Nash encontró que los entrenadores de EF podrían ayudar a su hijo a transformar grandes tareas o proyectos en objetivos más pequeños y manejables, además de a establecer un horario diario en el que también incluyera tiempo para el ejercicio, el descanso y la socialización.
Para muchas familias, estos entrenadores han llegado a ser más que un apoyo académico: son una guía para el desarrollo de habilidades esenciales que pueden fortalecer la autoconfianza y la autosuficiencia de los estudiantes. En palabras de Brandon Slade, fundador de Untapped Learning en Denver, el interés por este tipo de entrenamiento creció significativamente.
“Muchos estudiantes hoy en día tienen dificultades con el manejo de la procrastinación y otras tareas básicas de función ejecutiva”, comenta Slade. Hace cinco años, el servicio de entrenamiento de función ejecutiva se dirigía principalmente a estudiantes con diferencias de aprendizaje como el TDAH, pero hoy, la demanda proviene de estudiantes neurotípicos, distritos escolares y hasta instituciones de educación superior y empresas.
Estudiantes y tecnología, ¿positivo o negativo?
En las últimas décadas, la tecnología modificó el entorno educativo y personal de los jóvenes, multiplicando las fuentes de distracción y haciendo más difícil que los estudiantes mantengan la concentración y el control sobre su tiempo. El uso intensivo de dispositivos digitales no sólo fragmenta su atención, también aumenta los niveles de ansiedad y estrés.
A medida que los jóvenes se ven obligados a equilibrar las exigencias académicas, las actividades deportivas, el voluntariado y el proceso de admisión universitaria, las habilidades de gestión del tiempo y priorización de tareas se vuelven cada vez más críticas.
Sin embargo, la capacidad de cumplir con estas demandas es un desafío, ya que “la tecnología está fragmentando la atención de los niños, y la vida estudiantil se volvió mucho más exigente”, señaló Slade.
Por otra parte, Grant Leibersberger, fundador de Focus Collegiate de Boston -que ofrece entrenamiento de función ejecutiva para estudiantes- también observó el impacto de la sobrecarga de opciones y actividades en los jóvenes. Para él, la variedad y cantidad de decisiones que deben tomar a diario es abrumadora: “El número de opciones disponibles para los jóvenes ha aumentado sustancialmente. Sus cerebros no están preparados para lidiar con todas estas decisiones a tan temprana edad”, comentó, subrayando cómo las demandas externas pueden superar las habilidades de organización de los adolescentes.
Este fenómeno se convirtió en un reflejo de un sistema educativo y social que, aunque promueve la multitarea y el éxito académico, dejó de lado la enseñanza de competencias fundamentales de organización, atención y manejo de la ansiedad.
Un desafío necesario en las aulas
Para Daniella Passno, subdirectora de The Browning School de Nueva York, el problema de la falta de habilidades de función ejecutiva en estudiantes es un tema urgente y evidente. Con años de experiencia en el ámbito educativo, presenció un marcado deterioro entre sus alumnos. “Estas habilidades se están perdiendo -dice-; el contexto de distracciones digitales está afectando drásticamente la capacidad de los estudiantes para gestionar sus compromisos académicos”.
La omnipresencia de la tecnología en la vida de los estudiantes es una de las causas principales del problema. Durante sus clases, Passno notó que los estudiantes, al utilizar teléfonos celulares, alternan entre aplicaciones como Spotify, redes sociales y correos electrónicos mientras intentan atender a las tareas académicas.
El resultado es un estado de distracción constante. Un informe reciente de Common Sense Media revela que los adolescentes, en promedio, reciben 237 notificaciones diarias en sus teléfonos, lo cual representa una interrupción constante que les impide concentrarse en una sola actividad durante períodos de tiempo prolongados.
Consciente de estos desafíos, Passno y su equipo de educadores implementaron un programa de entrenamiento en función ejecutiva en The Browning School. En un esfuerzo por contrarrestar la influencia negativa de las pantallas, los estudiantes de secundaria ahora toman apuntes exclusivamente en cuadernos y utilizan planificadores codificados por colores para organizar sus tareas.
Además, todos los profesores en Browning reciben capacitación en el método de Cornell Notes, una técnica de toma de apuntes que ayuda a los estudiantes a enfocarse en ideas clave y estructurar sus pensamientos en puntos concretos. Este sistema, que incluye un resumen final de las lecciones, busca no sólo mejorar el rendimiento académico, sino también fortalecer las habilidades de análisis y organización, esenciales para el éxito futuro de los estudiantes.
A su vez, muchos educadores y entrenadores de función ejecutiva comenzaron a trabajar con los estudiantes para desarrollar estrategias concretas, como bloques de tiempo sin interrupciones tecnológicas y rutinas de planificación diaria que les permitan hacer un uso más consciente de sus horas de estudio y de descanso. El objetivo es ofrecerles herramientas no sólo para enfrentar el exceso de estímulos, sino también para manejar de manera saludable las expectativas y reducir el impacto del estrés en sus vidas cotidianas.
Cuestión de clase
Aunque el entrenamiento en habilidades de función ejecutiva se convirtió en un recurso invaluable para estudiantes que luchan con problemas de organización y atención, su acceso está limitado a quienes pueden costearlo. Con precios que oscilan entre USD 125 y USD 225 por hora y sin cobertura de seguro en la mayoría de los casos, este tipo de apoyo queda fuera del alcance de muchas familias. Esta barrera económica crea una brecha de desigualdad en la educación, donde sólo un pequeño porcentaje de estudiantes -de familias con mayores recursos- pueden acceder al entrenamiento necesario para optimizar su rendimiento académico y su bienestar mental.
Fuente: Infobae