Mi hermana menor se va hoy del país... Era la última que quedaba de las tres en Venezuela. Mi mamá para despedirla envió este texto al grupo...
Todos los días miro al cielo y me pregunto llorando por qué nos tocó vivir esto.
Maldito comunismo.
Una joven expuso en su cuenta de Twitter una realidad que padecen cientos de miles de personas en la desolada Venezuela de Nicolás Maduro: el dolor de tener que irse, dejando atrás a familiares y seres queridos, para huir de la crisis humanitaria.
Gretell se fue de Venezuela en 2011. Cansada de la falta de oportunidades, del autoritarismo creciente del gobierno y de ver que no había futuro, decidió probar suerte en Argentina.
Desde entonces vive en Buenos Aires. Estudia en la Universidad del Cine y es muy activa en redes sociales.
Fue la segunda de la familia en dejar el país. Antes se había ido su hermana mayor, Giuli. No le resultó fácil acostumbrarse a vivir separada de las personas que más quiere.
Lejos de mejorar, la crisis se agrava cada vez más en Venezuela, que ya está en una debacle humanitaria sin precedentes, con la peor hiperinflación en la historia de América Latina.
Por eso, ya hay más de un millón y medio de venezolanos viviendo en el exterior. El éxodo masivo está causando una crisis migratoria en países limítrofes como Colombia y Brasil.
A esa lista interminable se sumó ahora la hermana menor de Gretell. El dolor inconmensurable que le generó a la madre —que no se quiere ir de Venezuela— tener que despedir a su tercera hija, la llevó a escribir un desgarrador mensaje.
Gretell compartió la historia en su cuenta de Twitter. "Mi hermana menor se va hoy del país… Era la última que quedaba de las tres en Venezuela. Mi mamá para despedirla envió este texto al grupo… Todos los días miro al cielo y me pregunto llorando por qué nos tocó vivir esto. Maldito comunismo", escribió.
Este es el mensaje que les mandó su madre:
Ayer mientras doblaba tu ropita interior y tus medias pensaba… es la tercera vez que mi mente viaja en el tiempo… sí, en el tiempo, cuando se las doblé a Giuli y se iba… cuando se las doblé a Gretell y se iba… ahora me toca contigo… ¿no sabes? También tengo el corazón partido…
Por supuesto, siempre digo para mis adentros: ¡será para mejor! Para que sean felices y cumplan sus sueños… Atrás quedarán esta ropita de niña para convertirse en mujeres de bien, en mujeres con sus propios asuntos que resolver. Aunque la vida me haya separado de mis niñas, mi corazón quedó atrapado en sus caritas, en sus alegrías, en su corazón.
Vuela alto mi bebita, y lucha por tus sueños como tus hermanas, pero no te olvides de esta mamá que, aunque no fui la mejor, las amó con todo su corazón. Mis tres niñas, mis tres razones de vivir, a quienes entregué mi vida y lo mejor de mi. Así como extraño la presencia de tus hermanas, también extrañaré tus abrazos, besos, amapuches, perseguidas por la casa…. tus bravuras y mis peleas para la comida de pinki y la paseada.
Dejaron un hueco en mi corazón y me queda una parte de ustedes: cosmito y pinky, que los seguiré cuidando con mucho amor, sus paseos matutinos y sus comiditas… Estén tranquilas… Hasta pronto mi bebita, recuerda que siempre contarás con mamá y si tienes una duda no dudes en llamarme… porque siempre estaré allí en el mismo lugar… te amo con el alma… las amo con el alma… adiós corronchita de mi vida…
Mamá.
Fuente: Infobae
“Cuando estoy nadando, no pienso en nada. Solo cuento las vueltas, así sé cuántas me quedan”, dice Betty Brussel, la mujer que, a sus 100 años, demostró que la vitalidad y la longevidad no tienen fecha de caducidad. “No siento que tenga mi edad, salvo cuando estoy muy cansada. Pero la mayoría del tiempo no me siento vieja”, agrega.
Es que Brussel es una mujer excepcional por muchas otras razones. En enero de este año, pocos meses antes de celebrar su centenario, rompió tres récords mundiales en natación en la categoría de 100 a 104 años. Completó los 400 metros estilo libre en 12 minutos y 50.3 segundos, y superó la marca anterior por casi cuatro minutos; registró 1 minuto y 24.91 segundos en los 50 metros espalda; y marcó 1 minuto y 56.22 segundos en los 50 metros braza, y estableció una nueva referencia en la categoría.
Con un entrenamiento sencillo de dos días a la semana en la piscina del White Rock Wave Swim Club, el club local, Betty tiene un secreto: la constancia es más importante que la intensidad. “Siempre intento encontrar un ritmo que pueda mantener, y en la última vuelta doy todo lo que tengo”, explica Betty.
Su conexión con la natación comenzó en los canales de Ámsterdam durante su infancia y, desde entonces, el agua se convirtió en un refugio y una fuente de fortaleza. Incluso, la natación la salvó de la tristeza por el fallecimiento de su esposo y le permitió seguir adelante junto a sus tres hijos. “Siempre vuelvo a nadar, pase lo que pase. Me olvido de todas mis preocupaciones y siempre me siento mejor”, afirmó en una entrevista con The Guardian.
Al igual que Tim Minnick, el entrenador más longevo en el mundo del fitness, Betty inspira a miles con su mensaje de que la edad no es una barrera para alcanzar nuevas metas. Su historia es un testimonio de perseverancia y un llamado a redefinir lo que significa envejecer.
“Estaban construyendo un puente sobre el canal y echaron arena en el fondo. Así que mis hermanos y yo nos enseñamos mutuamente a nadar”, relató la mujer sobre su infancia en Ámsterdam (Foto de ARCHIVO) 14/5/2014
Betty Brussel nació el 28 de julio de 1924, en Ámsterdam, y es la segunda de doce hermanos en una familia que aprendería pronto a enfrentar las dificultades. Su infancia estuvo marcada por los años duros de la Segunda Guerra Mundial, un periodo que moldeó su carácter resiliente. “No fueron años fáciles”, recordó en una entrevista con CBC.
“Mis padres me sacaron de la escuela para ayudar a cuidar a mis hermanos menores. Teníamos que asegurarnos de tener suficiente comida. Esa era nuestra vida y no sabíamos hacer nada mejor”. Pero, aun en los momentos más dolorosos, Betty descubrió por primera vez su amor por nadar en las aguas de los canales de su ciudad natal.
“Estaban construyendo un puente sobre el canal y echaron arena en el fondo. Así que mis hermanos y yo nos enseñamos mutuamente a nadar”, relató a The Guardian. Aunque entonces la natación era solo un juego, estos momentos definieron su relación con el agua, un lugar que más tarde se convertiría en su refugio.
En 1959, junto a su esposo Gerrit, Betty emigró a Canadá, y se instaló en Grand Forks, un pueblo pequeño en la Columbia Británica. Allí, mientras Gerrit trabajaba como carpintero, Betty encontró empleo como costurera y juntos criaron a sus tres hijos. “Éramos un equipo. Siempre encontrábamos la manera de salir adelante”, compartió.
El fallecimiento de Gerrit marcó profundamente la vida de Betty, quien encontró en la natación un modo de sobrellevar la pérdida. “Fue difícil, pero el agua me ayudó a sanar”, confesó. A partir de ese momento, la piscina se convirtió en un espacio de consuelo y renovación emocional: “Siempre vuelvo a nadar, pase lo que pase. Es lo que me mantiene en pie”, señaló.
Así, la natación dejó de ser solo una actividad recreativa para convertirse en una parte esencial de su vida. Con una dedicación constante, pero sin excesos, Betty desarrolló una rutina que, años más tarde, la llevaría a romper récords mundiales.
A sus 100 años, Brussel demostró que no se necesita un régimen extenuante para alcanzar la grandeza. Su rutina se limita a dos días a la semana en la piscina del White Rock Wave Swim Club, donde entrena sin ejercicios específicos ni sesiones adicionales. Este enfoque minimalista contrasta con los entrenamientos intensivos de los nadadores más jóvenes. “¿Qué puedo decir? Soy un poco perezosa”, confesó.
En lugar de técnicas avanzadas, su éxito se basa en la constancia y en escuchar a su cuerpo. “Siempre trato de encontrar un ritmo que pueda mantener”, explicó Betty y agregó: “En estas carreras le pides mucho a tu cuerpo, y en la última vuelta doy todo lo que tengo”. Este método, que ella describe como sencillo, la llevó a romper tres récords mundiales en la categoría de 100 a 104 años.
Linda Stanley Wilson, presidenta del White Rock Wave Swim Club y entrenadora de Betty, subrayó que su enfoque está en proteger la salud de la nadadora: “Cuando la entreno, simplemente me aseguro de que no esté haciendo nada biomecánicamente contraproducente o que pueda causarle una lesión”, declaró a The Guardian. A pesar de su avanzada edad y el uso de un marcapasos, tras sufrir un ataque al corazón hace 25 años y depende de audífonos, Betty mantiene una independencia y movilidad que impresionan a quienes la rodean.
La clave de su bienestar radica en un estilo de vida activo y equilibrado. Además de nadar dos veces por semana, Betty es una ávida lectora y dedica tiempo a actividades como resolver acertijos, bordar y tejer, lo que mantiene su mente activa y alerta. Su entrenadora también aportó otros detalles cuando dijo que “ella encuentra confianza en el agua. Es una forma de relajarse y recargar energías”.
Wilson también comentó sobre el impacto de Betty en su entorno: “Tiene los ojos azules más brillantes y la sonrisa más cálida. Es muy divertida y charlatana”. Y agregó que en las competiciones, Betty suele ser el centro de atención.
Aunque su éxito en la piscina acaparó la atención internacional, Betty no atribuye su longevidad a una sola actividad. “No sé si es la natación o mi amor por la vida lo que me mantiene así. Probablemente, una mezcla de ambos”, reflexionó. Su dieta es sencilla y variada, sin restricciones extremas, y siempre da prioridad al descanso.
Betty es consciente de que su historia inspira a muchos, pero mantiene una visión humilde sobre su propia vida. “Mis amigos han muerto. No hay muchos a quienes llamar. Pero sigo viviendo día a día, disfrutando lo que hago”, compartió.
Fuente: Infobae
Una joven argentina decidió probar suerte yendo a trabajar una temporada a Suiza y quedó impresionada con la economía del país europeo. A través de su cuenta de TikTok contó todo lo que pudo hacer con lo que ganó después de cinco meses viviendo allí.
En primer lugar, reveló que le costó mucho tomar la decisión de irse porque había escuchado muchos comentarios negativos sobre la experiencia. “Es carísimo”, “todo lo que ganas te lo gastas en vivir, en comida, alojamiento, en salir a comer...”, “así como ganas en francos, gastas en francos”, eran algunas de las cosas que le decían.
Sin embargo, la joven decidió ignorar todos los consejos y vivir su propia aventura. Para su sorpresa, fue todo lo contrario y, según relató, después de casi medio año trabajando en aquel país pudo viajar, comprarse cosas, visitar a sus familiares y ahorrar.
“Pude recorrer las ciudades principales de Alemania, como Berlín, Hamburgo, Nuremberg, Munich. Visitar ciudades de Francia, Italia, Austria, Polonia y demás ciudades de alrededor. Comprarme el último celular. Venir de vacaciones a Argentina y aún así ahorrar para volver a irme”, contó en el clip que compartió en su cuenta @batucita.
La tiktoker reveló que durante el tiempo que estuvo en Suiza trabajó en limpieza: “Ganaba el sueldo mínimo y aún así me alcanzó para hacer esa cantidad de cosas y más”. Según contó, vivía sola, salía a pasear los fines de semana, compraba maquillaje y ropa, entre otras cosas.
“Suiza es un país seguro, hermoso, muy pintoresco. Tiene una economía estable, de los salarios más altos del mundo y todavía hay gente que se pregunta si vale o no vale la pena o si se puede ahorrar en Suiza”, concluyó.
Fuente: TN
Dos inesperados episodios de salud lo convirtieron en un multimillonario. Porque cuando Johnny Boufarhat, el joven protagonista de esta historia, apenas había cumplido 21 años tuvo un ataque de alergia que le cambió la vida.
Como suele ocurrir con las enfermedades alérgicas, no siempre se conoce el origen de las mismas pero lo cierto es que a Johnny le afectó severamente su sistema inmunológico, dejándolo muy vulnerable a punto tal de recluirse en su casa para evitar que el contacto con el resto de la gente le provocase una reacción.
Y así le pasaron cuatro años de su vida hasta que en 2019 comenzó a desarrollar un proyecto personal que apuntaba a poder relacionarse con la gente de manera online y recuperar los vínculos con el mundo exterior que la enfermedad le estaba quitando, mientras aguardaba su recuperación.
Y creó una plataforma de eventos virtuales que comenzó a apuntalar su vida social y que le permitió, sin saberlo, convertirse en un líder para los tiempos que vendrían: la startup que inventó dio un salto de popularidad producto del otro episodio de salud, que en este caso no fue personal sino que fue internacional y masivo: la pandemia de Covid-19 que mantuvo encerrado por meses a muchísima gente de diversas partes del mundo.
Nacido en Sydney, Australia, el 1° de junio de 1994, Johnny Boufarhat estudió en Dubai donde su padre había sido enviado a trabajar. Con el paso de los años, el pequeño decidió seguir con la carrera de su papá, Ingeniería Mecánica, y se fue a cursarla a Inglaterra, más precisamente a la Universidad de Manchester.
Y fue en el Reino Unido donde su vida cambió radicalmente, primero para mal y luego para bien. El ataque de alergia que lo marginó socialmente lo llevó a promover lo que se transformaría en una megaempresa y que a él le haría ganar millones: en enero de 2019 fundó Hopin, la plataforma de eventos online.
“Quería conocer gente”, fue la explicación que el joven dio, tan sencilla como necesaria para una vida que se había retraído por una enfermedad. Y en ese afán de conocer terminó abriéndola la puerta a muchísimos más en el mundo cuando llegó la pandemia.
En solo un par de años, Hopin había mostrado un crecimiento económico imponente, con una recaudación de inversionistas que superaba los 450 millones de dólares (entre sus clientes estaba nada menos que la poderosa empresa norteamericana Altimeter Capital Management).
Para finales de 2021, la valoración de Hopin orillaba los 7.800 millones de dólares, que para su fundador representaba un poco menos de la mitad: 3.200 millones. Así, Johnny Boufarhat se había convertido con 27 años en uno de los multimillonarios más jóvenes del planeta.
La salud está por sobre todo y a Johnny Boufarhat le costó un tiempo recuperarse o, al menos, controlar sus ataques de alergia como para poder convivir con ellos sin excluirse socialmente. Hopin lo ayudó en su momento aunque más terminó ayudando a una alta porción del mundo que durante un tiempo solo tuvo vida puertas adentro.
Con su empresa, creció en ganancias y también en volumen, pasando en un par de años a tener 130 veces más empleados que en sus modestos inicios, cuando apenas seis personas acompañaban laboralmente a Boufarhat.
Y también creció en negocios e inversiones: en 2021 compró la empresa de tecnología de video StreamYard, Streamable y Jamm; como también Boomset, otra plataforma de eventos, y la organización de marketing, Attendify.
Radicado en España, el joven emprendedor que cumplió 30 años vendió buena parte de su capital accionario en Hopin, quedándose con el 40% de los títulos de su creación. Aunque lejos del encierro de la pandemia, la virtualidad llegó para quedarse, lo que constituye al día de hoy el gran éxito empresarial de Boufarhat, quien el año pasado dejó su cargo de Director Ejecutivo de la startup.
De 2020 a esta parte, la clientela de Hopin incluyó a las Naciones Unidas, la OTAN, Unilever y multinacionales como Poshmark, American Express y el Financial Times. La empresa dejó su sede corporativa del Reino Unido y la mudó a los Estados Unidos, luego de haber vendido sus negocios en abril al gigante tecnológico italiano Bending Spoons.
Fuente: TN