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Su abuelo trajo una rara cepa de Italia y él creó un vino para homenajearlo: “Me transmitió su pasión”

En Mendoza, la pasión por el vino se transmite de generación en generación. Y esa herencia se hizo botella: el joven enólogo e ingeniero agrónomo Lucca Stradella acaba de lanzar un vino de una “rara y desafiante” cepa italiana, el Nebbiolo, en homenaje a su abuelo Aurelio, uno de los inmigrantes italianos que trajeron la variedad del Piemonte al terruño mendocino.

Si bien nació y creció en la Ciudad de Mendoza, Lucca siempre sintió atracción por las viñas que recorría junto con su abuelo en la finca familiar. Pertenece a la cuarta generación de la familia vitivinícola Bianchi, aunque destacó que en “nunca sufrió imposiciones ni obligaciones” en cuanto a elegir profesión. “De hecho, yo soy el único ingeniero agrónomo de la familia”, apuntó Lucca en diálogo con TN.

Ante de cumplir los 30, Stradella decidió fundar en 2021 su propio emprendimiento vitivinícola, Cimarrón Wines Co., con la idea de imponer su sello y crear vinos de calidad con un espíritu curioso e indomable, como La Contienda Nebbiolo.

Un varietal poco común que llegó junto a la inmigración italiana

El Nebbiolo es la uva insignia del Piemonte italiano. Su nombre viene de “nebbia”, niebla, un fenómeno típico de su región de origen. En la Argentina, esta variedad es una rarezahay apenas unas 50 hectáreas plantadas en todo el país, principalmente en Mendoza y San Juan. Es decir apenas el 0,025% de las 199.946 hectáreas de vid censadas por el Instituto Nacional de Vitivinicultura. Y apenas cinco bodegas lo trabajan como monovarietal.

Es una variedad poco explorada en Argentinacompleja de cultivar y de vinificar. No hay mucha información al respecto, si bien es una cepa muy importante a nivel mundial. En la Argentina lo que se sabe es por lo que transmitieron los italianos que la trajeron como mi abuelo, pero nunca la llegamos a conocer muy bien”, explicó Stradella a TN.

Del Piemonte a San Rafael

Aurelio Stradella tenía 20 y pico cuando dejó el pueblito de Crocceta, cerca de Barolo, y llegó a la Argentina, huyendo de la Segunda Guerra Mundial. “Su padre había estado en la Primera y había sufrido heridas importantes. Entonces buscaron que evite la guerra”, contó Lucca sobre su abuelo.

Aurelio se asentó en San Rafael y comenzó a trabajar en la Bodega “El Chiche” de Valentín Bianchi. Allí conoció a Ana Costanza, una de las hijas de don Valentín, con quien casó y trabajó durante décadas junto a su suegro.

El abuelo de Lucca fue uno de los pioneros en plantar Nebbiolo en San Rafael, unas cuatro hectáreas en el viñedo familiar Doña Costanza Estate.

Las uvas de La Contienda Nebbiolo, el vino de Lucca, nacen en el viñedo Doña Costanza Estate, propiedad de la familia Stradella, donde hay unas cuatro hectáreas de la variedad emblemática del Piemonte.

Él era muy partidario de esta cepa. Siempre quiso traer un poquito de su lugar de origen a Argentina y tuvo interés en desarrollar ese varietal acá”.

El clima templado y árido, sumado a la marcada amplitud térmica de la zona, le da a la Nebbiolo un perfil único: vinos frescos, con acidez equilibrada y mucha personalidad.

Un terroir familiar y lleno de recuerdos

Aurelio y la finca familiar fueron clave para Lucca. “La historia de la finca es muy especial para mí, se trata de un lugar que he vivido desde chico. Allí empezó mi pasión por el vino, caminando y charlando con mi abuelo. Continuar con el legado me llena de orgullo y me ayuda a honrarlo”, afirmó Lucca.

A su abuelo, Lucca lo recuerda como alguien “bastante estructurado, algo testarudo pero muy pasional”.

“Este es uno de los aspectos que más me transfirió: la pasión por el vino, la búsqueda de la excelencia, la atención por los detalles y el esfuerzo que siempre hay que tener. Esto fue lo que más me impactó de él”, sostuvo.

Para nosotros el vino lo es todo, podría estar hablando todo el día de vino”, dijo el enólogo que se formó en otras bodegas y países mientras estudiaba para “generar su propia experiencia”.

Una cepa difícil de cultivar y “que no es para cualquiera”

Uno de los principales desafíos de la cepa radica en que “tiene un ciclo de vida muy largo y entonces se cosecha muy tarde, por lo que está expuesto a mayores riesgos, como enfermedades e inclemencias climáticas”, explicó el enólogo. Además, se trata de una planta" con racimos de uva bastante apretados, por lo que pese a que en Mendoza el clima es bastante seco, puede generarse cierta podredumbre".

De esas uvas, lo que Lucca obtiene es un vino de carácter fuerte y personalidad marcada, que se destaca por su intensidad aromática: frutas como cereza, granada, ciruelas y moras, sumadas a notas florales de rosa seca y violetas. El perfil se completa con toques terrosos, tabaco, castañas, hongos portobello y un distintivo aroma a trufa.

“A nivel organoléptico, el vino es también bastante particular, no es para cualquiera. Es un vino con taninos muy duros, que te pide tiempo en botella y hoy por hoy en Argentina la guarda no es tan común", sostuvo.

Una partida exclusiva y una playlist colaborativa

La partida de Nebbiolo que elaboró es superexclusiva: solo 3799 botellas de la cosecha 2022 que salieron al mercado, pensadas para quienes buscan experiencias nuevas y diferentes. “No es un varietal común, buscamos un consumidor con ganas de probar cosas nueva y salir de la zona de confort”, afirmó el enólogo.

“En 2023 tuvimos una fuerte helada en la finca y la producción se vio muy impactada, por lo que no sé si vamos a tener añada 23. Pero el 2024 estuvo mucho más amable y ahí sí pudimos podríamos elaborar un poquito más, alrededor de 5000 litros”, comentó Stradella.

Como detalle original, cada botella viene acompañada de una playlist colaborativa para que quienes lo prueben puedan sumar la canción que el vino les inspire. Una invitación a conectar el paladar con la memoria y la emoción.

Para mí el vino no termina solo en el líquido, sino en todo lo que va alrededor del vino, sea la historia, la etiqueta, la experiencia. La playlist es una manera de llegar al consumidor con un sentido que el vino toca muy pocoque es el oído, y generar cierta comunidad alrededor de la etiqueta y de la música. Mezclar la expeiencia personal y colectiva“, explicó Stradella.

Y concluyó: “Nosotros los productores pequeños, tenemos que buscarle la vuelta para conectar con consumidores cada vez más exigentes y darles algo más".

Y así fue que Luuca produjo un vino pensado para quienes buscan algo distinto, con historia y con alma. Un homenaje a la familia, a la tradición y a la aventura de animarse a lo nuevo. Un “vino del abuelo” reversionado, pero que mantiene mucho de su ADN italiano.

Fuente: TN

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Era chofer de ambulancia y creó el museo más grande de mates en el centro porteño: “No es solo una infusión”

Cuando Alberto Plaza recuerda sus primeros encuentros con el mate, sus ojos brillan con nostalgia y orgullo. “Mi master en cebaduría comenzó en 1979, cuando hice el Servicio Militar en el Comando Quinto Cuerpo del Ejército en Bahía Blanca. Qué manera de tomar mate”, dice entre risas a TNNo era un hobby pasajero: ya entonces, entre uniformes y rutinas estrictas, el mate le ofrecía un espacio de humanidad compartida.

Dos años después, en 1981, Plaza ingresó como chofer de ambulancias al Hospital Dr. José Penna de Bahía Blanca. Allí, entre enfermeras, médicos, telefonistas y administrativos, continuó su ritual. “Ahí fue donde empezó todo. Cada mate era un puente, un momento de pausa, de conversación, de vínculo”, recuerda. Y fue en esos años cuando nació su colección, un pequeño gesto que con los años se transformaría en una pasión de casi medio siglo.

Alberto, bahiense criado en Sierra de la Ventana, nunca imaginó que aquel primer mate, traído del servicio militar, marcaría el inicio de un viaje que lo llevaría a crear el museo más grande de mates. “Recorrí el país, gasté camionetas enteras y hasta recorté días de vacaciones para sumar a mi colección. Cada objeto tiene su historia y su porqué”, confiesa.

Su colección es única: más de 10.000 mates, de todas las épocas y estilos, junto con latas de yerba, pavas y otros elementos temáticos. De esa vasta colección, 2.500 piezas se exhiben hoy en pleno corazón de Buenos Aires, en un edificio histórico protegido, el antiguo Bazar Inglés, a metros del Café Tortoni, en Av. de Mayo. “Es como tocar el cielo con las manos. Mi sueño de toda la vida hoy está a la vista del turismo mundial”, resume, emocionado.

De Sierra de la Ventana al centro de Buenos Aires

En 2008, Plaza inauguró su primer museo en Sierra de la Ventana, muy bien recibido por los turistas y declarado de interés cultural. Pero el salto a la capital fue otro desafío: “Quería dejar el taller que estaba trabajando, que quedó mi hijo, y hacer algo en Sierra de la Ventana. Pero surgió la idea de mostrarlo. Mi nieto Alexis dijo: ‘Quiero instalarlo en Buenos Aires’. Me dejó muy contento, porque no sabía lo que iba a pasar, pero hoy estoy tranquilo y feliz”, comenta.

El museo se convirtió en un espacio moderno y vivo, no solo una exhibición de objetos, sino un recorrido cultural que explica la historia del mate, desde los pueblos Kaingang y guaraníes, que lo consideraban sagrado, hasta los jesuitas, que lo llevaron a Europa como el “té de los jesuitas”. “El mate es hospitalidad, igualdad y pertenencia. En cada ronda está la esencia de lo argentino”, dice Plaza, reafirmando su visión del mate como símbolo nacional.

Un museo con corazón y estructura

Además de Plaza y su nieto Alexis, el proyecto cuenta con museólogos, sommeliers de yerba mate y especialistas que aportan un marco académico y turístico. La planta baja relata la historia y cultura del mate, mientras que el primer piso está destinado a degustaciones, talleres educativos y una tienda. Cada módulo busca acercar al visitante a la riqueza cultural del mate y a su influencia en la identidad argentina.

“El museo no es solo mío, es de todos. Queremos que la gente comprenda que el mate no es solo una infusión: es tradición, vínculo y cultura”, explica.

El kilómetro cero

El Museo se define como el kilómetro cero de la Ruta de la Yerba Mate, ya que la Avenida de Mayo fue el punto neurálgico por donde llegaba el “Oro Verde” desde las Misiones Jesuítico-Guaraníes hasta Buenos Aires.

“Desde los tiempos anteriores al Virreinato del Río de la Plata, la yerba mate fue parte del comercio y la cultura que transformaron a nuestro país. Ahora, el museo se convierte en el lugar donde esa historia se puede vivir”, comenta Plaza.

Cada mate de la colección tiene un relato, una procedencia y una técnica particular. Plaza menciona con orgullo un mate de porcelana checoslovaca: “Esto comenzó cuando los inmigrantes descubrieron la infusión aquí y, al no contar con calabazas, los hicieron de porcelana. Cada pieza refleja creatividad y adaptación cultural”.

El museo alberga mates de madera, cerámica, vidrio, metal y hasta mates modernos personalizados con grabado láser, que permiten a los visitantes llevarse una experiencia única. “Adquirimos máquinas para personalizar los mates al instante. Mi nieto se involucró mucho en este proceso, y hoy los visitantes pueden llevarse su propio recuerdo de la experiencia”, añade.

Un viaje en el tiempo a través del mate

El museo no se limita a exhibir objetos: ofrece un viaje a través de los siglos. Desde los Kaingang y guaraníes hasta la expansión española del siglo XVI, pasando por los jesuitas y la llegada del mate a Europa. Hoy, el mate sigue presente en nueve de cada diez hogares argentinos, consolidándose como un producto emblemático, no solo en el país sino en el mundo.

“El mate es nuestra bebida, nuestra identidad. Cada cebada es un acto de compartir, de igualdad, de historia viva”, dice Plaza.

Actividades y educación en una zona icónica

El Museo del Mate propone visitas guiadas, talleres educativos, un mate bar y tienda de souvenirs, buscando que la experiencia sea completa. Próximamente, se presentará un libro del sommelier de yerba mate Martín Gómez, titulado La Yerba Mate. Mitos, verdades y chamuyos, que complementa la oferta cultural.

“Queremos que los chicos aprendan, que comprendan que esta infusión es parte de nuestra historia, de nuestra identidad y que nos conecta con generaciones enteras. Cada actividad, cada taller, cada visita guiada busca transmitir eso”, asegura Plaza.

El museo tiene como misión preservar, difundir y promover la cultura y la historia del mate. Cada ronda es un acto de hospitalidad y pertenencia. Los visitantes, tanto locales como extranjeros, comprenden que el mate no es solo una infusión, sino un ritual que une familias, amigos y comunidades.

“Es fundamental que el mundo vea que el mate tiene un lugar en Buenos Aires, que su espíritu se comprenda y se respete. Queremos que esta bebida emblemática sea apreciada globalmente”, concluye el fundador, de 65 años.

El Museo del Mate, más que una colección, es la historia viva de un país y de un hombre que dedicó su vida a preservar la cultura argentina. Alberto Plaza comenzó su pasión en la colimba, continuó en el hospital y la expandió durante décadas, viajando, coleccionando y aprendiendo.

Hoy, en pleno centro porteño, el mate tiene un lugar donde su espíritu puede ser comprendido por todos, y Buenos Aires se convierte en escenario del legado cultural argentino.

“Cada visitante que entra al museo entiende que el mate no es solo tradición, sino un vínculo con nuestra identidad. Ese es nuestro mayor logro”, finaliza Plaza, con la mirada puesta en la Avenida de Mayo, el Café Tortoni y la ciudad que ahora también comprende la grandeza de la infusión nacional.

Fuente: TN

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La salteña que descubrió la forma de cambiar el olor de las plantas y eliminar las plagas en el campo

Victoria Coll Aráoz (44) es una científica salteña que está revolucionando el agro y la industria de la ecología química.

Se hizo dos preguntas tan simples como complejas, y abrió un mundo completamente nuevo para luchar contra las plagas en las plantas: “¿Por qué?“, y ”¿Qué pasaría si...?“.

Ella estudió botánica, hizo un doctorado en química analítica en la Universidad Nacional de Tucumán; un posdoctorado en ecotoxicología y, una beca Fulbright la llevó a Florida, Estados Unidos, a trabajar en el Agriculture Research Service.

“A veces parecía que ponía plata para trabajar”

Si bien destaca que su paso por el Conicet fue clave en su formación profesional, en reiteradas oportunidades la falta de elementos para trabajar y de apoyo económico, complicó los avances en su investigación y eso la guió hacia el cambio.

“Me cansé de un sistema que te explota y te maltrata. A veces parecía que ponía plata para trabajar. Me dio mucho, me formó y fui feliz, pero cuando recibí inversión privada, me fui”, relató en diálogo con TN.

Coll Aráoz puntualmente estudió “los olores, que son el medio de comunicación universal de las especies”, y se hizo dos preguntas: “¿Por qué dos plantas de la misma especie es atacada o no por algunos bichos?“; “¿Qué pasaría si modifico el olor de las plantas para que no les guste a las plagas?“.

“Logré integrar disciplinas y con mi startup hicimos posible cambiar genéticamente el volatiloma (olor) de las plantas, y así una plaga elige no atacar a determinadas plantas o no evolucionar para defenderse de algún producto químico”, explicó.

“Las startup son un parchecito”

La científica ya logró hacer “unas diez pruebas a campo”, y aseguró que los productores agropecuarios “son muy solidarios y están dispuestos a ayudar”.

“Tengo conexión con el sector por contactos propios, es levantar el teléfono y pedir; pero las startup son un parchecito, porque venís a Texas, ves lo que hacen y te vuela la cabeza. Tenemos capital humano, pero sin un partnership de afuera no hay posibilidades“, dijo.

En la entrevista con TN, Victoria contó que si incubaba su desarollo dentro del Conicet, la institución iba a tener el 50% de sus acciones. ”No me iba a poder sentar en la mesa de decisión de mi propio proyecto, y lo que más quisiera es que mi primer mercado sea el argentino", afirmó.

“Una termina resolviendo de alguna manera y avanza, pero terminamos siendo mendigantes de colegas extranjeros. Lo positivo es la inventiva y la creatividad que desarrollamos con poca plata, pero estamos en condiciones totalmente desiguales respecto al mundo”, concluyó.

Fuente: TN

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La bodega patagónica que esconde un tesoro prehistórico: “Es la única del mundo”

Un viaje al pasado y al paladar, eso es lo que se esconde en un rincón del Alto Valle neuquino, en San Patricio del Chañar. La Bodega Familia Schroeder no solo es un destino obligado para los amantes del vino, sino también para aquellos fascinados por la historia prehistórica de la Patagonia. “Es un caso aparte: somos la única bodega del mundo en la que encontraron restos fósiles de un dinosaurio”, dijo a TN Belén del Moral, gerenta de turismo de la bodega.

Se trata del Panamericansaurus Schroederi, llamado así en homenaje a la familia Schroeder y a la petrolera que prestó herramientas para las excavaciones.

El día en que encontraron “una piedra rara”

Este dinosaurio herbívoro de 75 millones de años fue descubierto por casualidad en 2002, mientras comenzaban las obras para construir los cimientos de la bodega.

Se encontraron con una piedra rara y se descubrió que eran restos fósiles”, resumió Del Moral. Un húmero, algunas costillas y parte de las vértebras de la cola de un saurópodo hasta entonces desconocido para la ciencia.

Tuvieron que frenar la construcción unos tres a cuatro meses, mientras los expertos del Centro Paleontológico Lago Barreales procedían al rescate de los restos.

Si bien “encontrar fósiles en la Patagonia es normal, no suele pasar en una bodega”, sostuvo Del Moral.

Fue un hallazgo inesperado que cambió el rumbo no solo de la obra de infraestructura, sino de toda la bodega, que hizo de los dinosaurios su emblema. En la entrada “una familia” de tres dinosaurios recibe a los turistas, mientras que una de sus líneas de vinos más prestigiosas de vinos se llama Saurus, al igual que el restaurante que deleita a los visitantes con sabores gourmet y menú de pasos imaginado por el chef Ezequiel González.

Por el tamaño de las piezas halladas, los paleontólogos estimaron que este saurópodo de la familia titanosauridae habría alcanzado los 10 metros de largo, pesado unas 16 toneladas y poseía un largo cuello que elevaba hasta los seis metros de alto su pequeña cabeza.

“Es un atractivo increíble, hasta nos da orgullo y a los chicos les encanta, es una fascinación ver sus caritas ilusionadas cuando ven los dinosaurios”, dijo Belén sobre lo que significa el sauropodo para la bodega.

Si en la Familia Shroeder los dinosaurios son todo un tema, en cuanto a cepas es el Pinot Noir que los distingue. “El Pinot Noir es para la Patagonia lo que es el Malbec para Mendoza, es la cepa que mejor se adaptó y se desarrolló aquí, principalmente gracias al viento”, sostuvo Belén.

Y explicó: “El racimo del Pinot Noir es bien compacto, es un varietal que se enferma mucho, pero acá el viento ayuda a sanitizarlo, le engrosa la piel, el hollejo”. La importante amplitud térmica, sumada a los vientos y escasas lluvias, hacen que “los Pinot Noir de la Patagonia sean mucho más intensos”, sostuvo.

De las 180 hectáreas de viñedos de la bodega, el 20% pertenecen a esta cepa, que también es vinificado como blanco para la base de 4 espumantes y como rosado para otras 2.

Por “un capricho” del fundador de la bodega, el médico y emprendedor Herman Heinz Teodoro Schroeder -hijo de inmigrantes alemanes pioneros en la Patagonia-, la bodega desarrolló también los Merlot. “A él le gustaba mucho el Merlot y quería tener su propio Merlot, pero fue un capricho que salió bien porque 22 años después seguimos todos acá“, se río Belén. Herman ya falleció hace algunos años, pero la bodega sigue en manos de sus hijos y nietos.

En esa bodega patagónica, también cultivan uvas de Malbec, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Sauvigon Blanc, Chardonnay y Torrontés con las que producen cuatro líneas de vinos -Saurus Estate, Saurus Select, Saurus Barrel Fermented, y familia Schroeder- y cuatro líneas de espumantes.

Hay desde vinos de estilo joven hasta vinos tardíos y líneas de reserva, con paso por barricas de roble francés o americano. “Nuestro tope de gama tiene un potencial de guarda aproximado de casi 15 años, es un gran vino”, aseguró Del Moral.

Según explican desde la bodega, San Patricio del Chañar es un terruño con características particulares para la elaboración de vinos, gracia a sus suelos enriquecidos por el lecho del río Neuquén.

Una bodega con sistema gravitacional

Los fósiles que encontraron no son el único secreto de la bodega. Familia Schroeder es una de las pocas bodegas del país que usa el sistema gravitacional en la producción de vinos, un enfoque moderno que permite evitar el uso de bombas y reduce la oxidación durante el proceso de vinificación.

La bodega está construida sobre la barda-como se conoce en la Patagonia a las mesetas-, de alguna manera incrustada dentro de esta barda. Se construyó para arriba, pero también para abajo”, sostuvo.

Y precisó: “la bodega cuenta con cinco niveles: el primero es donde se recepciona la uva cuando se realiza la cosecha. En un segundo nivel tenemos todo lo que son las prensas neumáticas para elaborar el mosto de los de la uva rosada y uva blanca. En un tercer nivel tenemos los tanques de fermentación donde propiamente se realiza el vino. En un cuarto nivel están los tanques de conservación y en un último nivel lo que son las salas de barricas”.

La uva cae, literal, por gravedad, por una tubería hacia los tanques de fermentación, y luego por el mismo método hacia los tanques de conservación”. Además, la ubicación de la cava en un subsuelo le permite tener temperaturas óptimas y regulares, en una zona de fuerte amplitud térmica.

Pero la verdadera joya de la bodega es la Cava del Dinosaurio, construida exactamente en el lugar donde se encontraron los restos fósiles. Se trata de un mini museo que alberga en la roca original la réplica de los huesos del dinosaurio.

 Este espacio no solo resguarda la historia geológica de la región, sino que también ofrece una experiencia enoturística sin igual, donde los visitantes pueden degustar vinos mientras se sumergen en el pasado remoto de la Patagonia.

La bodega se convirtió así en un destino que invita a descubrir los secretos que la tierra guardó celosamente durante millones de años. Vinos y dinosaurios, un maridaje tan impensado como profundamente patagónico.

Fuente: TN

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