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Se fue de la Argentina para trabajar en Japón: le dieron un auto, una habitación y un sueldo de casi US$1000

Entre montañas nevadas, baños termales y paisajes increíbles, Facundo Niizawa cumple el sueño de viajar y recolectar experiencias únicas. El argentino de 27 años decidió dar un vuelco en su vida cuando renunció a un trabajo en el Congreso de la Nación para establecerse en Japón.

“No lo hago por la plata, sino por la experiencia”, dijo el joven a TN. Es que luego de estudiar Psicología y capacitar a empleados del Congreso sobre la Ley Micaela, sintió que algo le faltaba. Por eso, en 2022 decidió dejar atrás la rutina y salir al mundo junto a Jes, su novia.

Su recorrido lo llevó por Latinoamérica, Estados Unidos y, finalmente, a Japón, donde hoy trabaja en un centro de ski con un sueldo de aproximadamente 950 dólares mensuales. La decisión de viajar a ese país no fue parte de un plan, sino más bien un golpe de suerte.

“Lo de Japón fue medio azaroso”, contó Facundo, que explicó que mientras organizaban su viaje por Estados Unidos descubrieron que los vuelos a Tokio estaban a buen precio, y que había oportunidades laborales en la temporada de nieve.

“Nos enteramos de la Working Holiday Visa, que era gratis y rápida, y no dudamos en sacar el pasaje y juntar los papeles. Todo lo decidimos en tres semanas”, precisó. El 7 de noviembre de 2024 aterrizaron en Japón, donde su visa le permite quedarse un año. La pareja eligió Niseko, una de las zonas más famosas para los deportes de nieve, y comenzaron a trabajar en un hotel de montaña.

Facundo trabaja en la recepción del hotel y también transporta huéspedes hasta el centro de ski. Su jornada laboral se divide en dos turnos: de 7 a 11 de la mañana y de 19 a 23. A cambio, recibe un salario aproximado de 950 dólares netos por 40 horas semanales, con la posibilidad de hacer horas extra. “Si quiero hacer más horas, toca palear nieve. No está mal porque pagan el doble. En febrero gané unos 200 dólares más”, explicó.

Si bien el sueldo no es alto, el trabajo tiene otros beneficios: “Nos dan una habitación privada, lo cual es fundamental, porque si te toca alquilar ya no es tan redituable. Además, nos dan un auto, el desayuno y el pase de ski para toda la temporada”, indicó.

Para él, sin embargo, lo más importante no es el dinero sino la experiencia: “Si el objetivo es ahorrar, mejor buscar trabajo en Australia, Estados Unidos o Nueva Zelanda. Esto lo recomiendo más por la vivencia”.

El día a día en Japón

Más allá del trabajo, Facundo relató que aprovecha al máximo su estadía en Japón. “Tengo la tarde libre para hacer lo que quiera. Entre los turnos voy a esquiar y en mis dos días libres le meto al snowboard a full. También me gusta relajarme en algún onsen (baños termales japoneses) y comer ramen”, sostuvo.

Luego agregó que, a pesar de ser descendiente de japoneses, la cultura del país no deja de sorprenderlo. “Hay muchas cosas, como la comida, que siempre estuvieron presentes en mi familia, pero todavía tengo mucho por aprender”.

Antes de empezar a trabajar, ambos viajaron un mes por distintas regiones de Japón para conocer más sobre su historia y religión. Pero Facundo admitió que vivir en otro país no es fácil. “Obviamente se extraña. A mis abuelas, a mis hermanos (que todavía son chiquitos y no puedo ver cómo crecen), el fútbol con mis amigos. Eso por acá no se encuentra”, dijo.

Luego de terminar la temporada de invierno en Niseko, Facundo voló a Okinawa, un archipiélago paradisíaco en el sur de Japón, para descansar y generar contenido: actualmente tiene más de 160 mil seguidores en Instagram y planea quedarse hasta octubre de 2025 como guía de rafting.

“En algún momento volveré a Argentina, pero hoy tengo la energía y las ganas de seguir viendo el mundo. Aconsejo que para trabajar y vivir la cultura japonesa, mejor ir a Tokio o Kioto. Si te gustan los deportes de nieve, Niseko es un paraíso”, concluyó.

Fuente: TN

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Romper el tabú: cuatro historias de sexualidad, deseo y placer después de los 60

Durante décadas, hablar de placer fue un terreno prohibido, especialmente para quienes hoy transitan la tercera edad. Pero los tiempos cambiaron, y con ellos, también la manera de vivir y entender la sexualidad. Cuatro personas mayores, parte del elenco de la obra Irreverentes de José María Muscari, se animan a contar en primera persona cómo es su vida sexual en la actualidad.

Sus historias (tan diversas como sinceras) rompen estereotipos y visibilizan un aspecto poco explorado del envejecimiento: el deseo sigue vivo. Acompañadas por la mirada experta de la sexóloga Denise Regadío, estas voces invitan a pensar una sexualidad más libre, informada y plena, sin importar la edad.

La clave para mantener la sexualidad es nunca dejar de vivirla, pero no solo en esta etapa, sino durante toda la vida: “Cuando sos joven probás todas las herramientas que hay. En la vida adulta te vas perfeccionado en la que más te gusta, y cuando sos un adulto mayor, seleccionás las herramientas que mejor se adaptan a esa etapa”, explica la sexóloga Denise Regadío (MN: 43.723).

Sin embargo, los cambios físicos y hormonales no son propios de esta etapa, en realidad pasan en toda nuestra vida. “Después de la menopausia, por la adolescencia, o después de un parto, la sexualidad cambia. Mientras más información tengamos acerca de eso que nos sucede, mejores herramientas vamos a poder usar”, indica la especialista.

Para eso, la información es fundamental para poder evolucionar. El desafío es querer estar mejor y aprender de las experiencias que nos tocan vivir.

Los protagonistas de las historias a continuación, son parte del elenco de la obra de José Maria Muscari “Irreverentes”. Sin embargo acá no actúan, comparten sus experiencias vividas para informar sobre cómo es la sexualidad en la tercera edad.

“Me case virgen”

Eduardo Marengo tiene 72 años y se casó virgen. En su juventud, era habitual no hablar sobre el placer, sexo y hasta del amor. Su misión como adolescente era encontrar al adulto que pudiera hablarle sobre la sexualidad y que le sea sincero.

Para debutar ibas a lo de una señora, que oficiaba de iniciadora. Yo no tenía quién me llevara, no sabía dónde ir y tampoco tenía ganas de empezar en el sexo de esa manera, por eso no fui”, recordó.

En el momento en que las dudas sobre la sexualidad aumentaban, Eduardo seguía sin entender: “Mi padre jamás habló del tema conmigo, lo dio como si fuera una información que tenía que buscar afuera. Y así fue”.

A sus 24 años, descubrió el sexo. No fue con una de esas señoras, sino con su señora. Se casó y luego de la ceremonia, sucedió. Actualmente sigue casado con la misma persona y llevan mas de 48 años juntos.

Crecer juntos les permitió reconocerse y tener una sexualidad plena, pero asume que es un camino de aprendizaje. “Todos los años cambia, porque va cambiando tu cuerpo y el de tu compañera. Hoy la disfrutamos, pero no como la mayoría entendería que debería ser”.

“Me puse el chip sexual”

Catalina tiene 66 años, es hija de italianos y en su casa de sexo no se hablaba. Toda la información provino de “afuera”, un lugar donde cualquiera es profeta. “El tema era tan tabú que uno no reconocía su propio cuerpo”, recuerda.

Sin embargo, logró vincularse y establecerse en una relación: “Yo tuve suerte, me casé con el papá de mi hijo a los 14 años”.

Cuando enviudó empezó a replantearse muchas cosas sobre su cuerpo y el placer. Fue entonces cuando notó la ausencia del deseo. Eran los cambios hormonales naturales propios del desarrollo corporal. Sin embargo, ella no se puso el chip sexual por eso. Obtuvo el beneficio colateralmente y le ocasionó un despertar sexual.

“Yo me puse el chip por un tema de salud, pero me dio resultado a nivel sexual. Ahora disfruto más con mi pareja, descubrí que tengo más deseo sexual que cuando era joven”, asegura.

Esto no es solo atribuido al chip, sino también al momento en el que se encuentra en su vida. “Antes por los chicos, por el trabajo y porque tenés que hacer de todo, te duele la cabeza y no querés. Ahora que estoy tranquila, me siento más libre. Noto que el sexo ahora es buenísimo”, confiesa Catalina.

“Soy ex swinger”

Mónica se sentía plena con su marido. Ambos eran muy jóvenes y se permitían hablar de fantasías. Entonces intentaron probar una: “Él tenía la intriga de conocer un lugar swinger. Fue quién me incitó a probar”.

Al principio recuerda que fue muy duro, la fantasía era la de su marido, por lo que le costó mucho entender cómo sentirse. Tampoco entendía muy bien la dinámica, ni cual era la consigna a realizar. Pero siguieron haciéndolo.

Con el tiempo se fue acostumbrando y empezó a tener buenos momentos de pareja. Hasta que en un intercambio su pareja conoció a alguien más : “Yo tuve la mala experiencia de que por ese intercambio, nos separamos. El se confundió con otra mujer”.

Ella está convencida de que por mas de que una pareja diga que está afianzada, no es así. “No se trata de tener la mente abierta sino el de tener el sentimiento firme con tu pareja”.

Mónica a sus 67 años elige tener una pareja estable, monogámica, con la que pueda probar todas las experiencias que la actualidad propone.

Mi ex marido me dejo por un hombre

Alejandra siempre lo sospechó, pero no investigaba porque creía que era su imaginación. Pero las señales se fueron haciendo mas visibles. Algo raro había, pensaba. Jamás imaginó lo que iba a descubrir.

“Yo siempre fui una ´Susanita´, me casé virgen. Quería formar mi familia, tenerla para toda la vida, ser feliz y comer perdiz. Pero no fue así. Tuve que enfrentarlo y pedirle que me diga la verdad, pero él no quería confesar”, explica.

Hasta que un día, a sus 42 años, Alejandra sentía que algo le pasaba intuía que se iba a enfermar, asique enfrentó la situación y descubrió algo que no pensaba. Su marido estaba en una relación con otro hombre: “Fue muy duro, yo sentía que no podía competir. No podía darle lo que él estaba buscando. Pero al mismo tiempo nunca dude de lo que yo podía entregarle como mujer. Eso me dejo en paz”.

Actualmente, está en una relación con la que pudo redescubrirse sexualmente. “El sexo que tenía con mi pareja era aburrido, porque no había pasión. Cuando conocí a mi pareja, fue un redescubrir la sexualidad a mis 42 años. De hecho, cuando me separé dije ´ahora voy a hacer lo que yo quiero´ y empecé a hacer teatro”, asegura.

Fuente: TN

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Brilló como defensor en Francia, hizo más de 30 goles y ahora vende sus croissants “iguales que en París”

Defensor, más de 1.90 y que hizo goles, muchos, al menos 30, y no siempre fueron de cabeza. El hincha de Huracán, Banfield y Gimnasia lo recuerda, pero el verdadero futbolero también. Renato Civelli dejó todo adentro de la cancha en la Argentina y brilló en Francia, aunque ahora su campo de juego es otro: la pastelería.

A metros del Cementerio de la Recoleta, el exfutbolista se sentó en una de las mesas de Gontran Cherrier y contó cómo se dio su cambio de vida, que no solo incluye estar alejado de las canchas sino también llevar adelante una franquicia francesa en la Argentina. Según contó a TN, el mote de “empresario gastronómico” no le gusta, lo siente como una connotación rara, pero lo cierto es que en los últimos cinco años logró abrir cinco locales con las croissants y viennoiserie que son iguales que en París.

El proyecto comenzó mucho antes de su retiro, en 2019 y fue una decisión que tomaron con su esposa, Estefanía, después de pasar casi una década en Francia y de disfrutar de Marsella, Niza y Lille. “Vivimos años muy lindos, una de mis hijas nació allá y mi mujer es historiadora de arte. Entonces, cuando uno piensa en Francia, lo primero que se le viene es el arte y la gastronomía, y pensamos en ir por esto”, dijo el exdefensor.

Tal como sostienen la mayoría de los deportistas de alto rendimiento, el retiro suele ser una de las partes más difíciles de la carrera. Sin embargo, Renato pudo planear cómo sería el día después de parar la pelota: “Siempre fui alguien bastante inquieto, sé que es una problemática recurrente y muy grave el qué hacer, cómo ocupar el tiempo y bueno, lo estuve preparando con anticipación”.

Más allá del fútbol, el deportista contó que siempre le gustó el mundo empresarial, aunque “no tenía mucha idea”. Si bien su papá fue contador y él estudió durante un tiempo Administración de Empresas, recibió la ayuda del consultor Enrique Portnoy para dar el paso de la cancha a los negocios. “Yo tenía decidido el rumbo que quería tomar pero él me dio un master intensivo de cómo encarar una empresa o una franquicia”, mencionó.

Aunque ya no entra a la cancha con botines, Civelli sigue aplicando muchas de las enseñanzas del deporte a su vida actual. “El fútbol me ayudó mucho, mucho. Hay muchas cosas que aplico, sobre todo la responsabilidad, el trabajo bajo presión, el cansancio físico…”, reflexionó. Y agregó: “Los días se hacen largos, no son tan intensos como cuando entrenaba o jugaba, pero hay un cansancio físico y mental que aprendí a sobrellevar en mi etapa como futbolista. Sin duda, eso me marcó”.

El desafío de traer una franquicia a la Argentina y por qué las croissants son iguales que en París

Detrás de cada croissant dorado y de cada pain au chocolat que se sirve en Gontran Cherrier, hay una historia de rigor, pasión y precisión casi quirúrgica. Y aunque parezca una exageración, Renato Civelli lo confirma: mantener el sabor y la calidad de una pastelería francesa en Buenos Aires no es un desafío menor.

“Gontran me exige ciertos requisitos, ciertas reglas”, contó el exfutbolista que empezó las tratativas para traer una franquicia francesa al país cuando todavía jugaba en Lille e incluso los dirigentes del club lo ayudaron a conseguirla. “Tenemos un manual de marca muy completo, y dentro de ese manual las cosas más importantes que me exigen son importar la materia prima de Francia: la manteca, el levain y la harina Foricher. Además, toda la maquinaria es Bongard, que también la importamos”. Ese compromiso con el estándar original es lo que garantiza que la experiencia en sus locales de Belgrano, Palermo, Núñez y Recoleta sea, al menos en sabor, un pasaje directo a París.

El responsable de esa rigurosidad es, precisamente, Gontran Cherrier. Maestro panadero, que nació en Luc-sur-Mer, Francia, y es la cuarta generación de una familia dedicada al pan. A los 16 años se formó en la Escuela Ferrandi y luego en Grands Moulins, donde obtuvo títulos como panadero, pastelero y chocolatero. También trabajó en restaurantes de tres estrellas Michelin como L’Arpège y Lucas Carton, hasta que en 2010 abrió su primera boulangerie en Montmartre. Hoy tiene cerca de 80 locales en Asia, Europa y América, y eligió Buenos Aires como su puerta de entrada a Latinoamérica.

En cada local de Gontran Cherrier en Buenos Aires, el trabajo comienza con el pan. “Básicamente hacemos la baguette, la baguette tradition, una de semillas, una de sésamo y los panes Zeppelin, que son los que más salen”, explicó Civelli. Pero el corazón de la boulangerie está en la viennoiserie, esa categoría que en Francia equivale a nuestras facturas: “La croissant se vende muchísimo, que es el más popular allá, y el pain au chocolat, que les encanta a los chicos. A mí me gusta mucho el Kouign Amann, que es bretón, tiene mucha manteca, y acá algunos amigos le dicen la palmerita, pero si lo escucha Gontran me saca la franquicia”, se río.

No se trata solo de replicar recetas: se trata de honrar una cultura. Y eso, para Renato, también es parte del juego. El fútbol lo entrenó para cumplir reglas, trabajar bajo presión y no desviarse del objetivo. Hoy esas habilidades no se ven en la cancha, sino en cada laminado perfecto que sale del horno.

Fuente: TN

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Nació en Lanús y se convirtió en el primer ciudadano ilustre argentino en Corea del Sur por un hecho inusual

Andrés Albiol se ríe mientras recuerda sus primeros días en Corea del Sur. “Llegué a este país en 2010, sin saber mucho más que la letra de una canción de K-pop que me había enganchado en mi adolescencia. Al principio, ni siquiera hablaba coreano”, explicó quien casi 15 años después es conductor de trenes en Seúl, un puesto al que llegó tras una serie de eventos que ni él mismo hubiera imaginado.

La historia de Andrés en Corea del Sur comenzó mucho antes de que llegara a la capital del país. En la Argentina, el nacido en Lanús era ferroviario. Antes, había estudiado Ingeniería en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), pero su destino tomó un giro diferente. “No me llegué a recibir, y la situación del país estaba complicada. Además, falleció mi papá y empecé a pensar en algo distinto, en salir. La idea de vivir afuera siempre me rondaba”, contó a TN.

La decisión de mudarse al extranjero fue una mezcla de circunstancias personales y un deseo de explorar nuevas posibilidades. “De chico vi una banda de rock coreano que me gustaba, no tanto por la música, sino por una chica que me llamaba la atención”, explicó entre risas. En 2010 se decidió: se subió a un avión con un pasaje de ida y apenas unas pocas palabras en coreano. “Llegué con visa de turista, así que cada tres meses tenía que salir del país y volver a entrar”, recordó.

Al principio, las oportunidades fueron escasas. Andrés trabajó como mesero en una cafetería. “Era lo que había. Comía arroz con arroz todos los días, pero bueno, de alguna forma tenía que sobrevivir”, confesó. Y fue su habilidad para aprender idiomas la que le abrió las puertas para quedarse definitivamente en el país asiático.

“Me inscribí en un curso de coreano que me dio una visa de estudiante y ahí empecé a tomar las riendas de mi vida acá”, dijo quien completó aquella cursada y se convirtió en profesor de español en Corea.

Del salto a la ingeniería naval al deseo de ser conductor de trenes

El próximo paso fue una inscripción en la Universidad de Seúl. Con su experiencia en ingeniería, comenzó a estudiar para terminar su carrera. “En Argentina eran seis años para ingeniería naval, pero en Seúl me reconocieron dos años de estudio. Fueron cuatro años para completar la carrera, y ya tenía un pie en el mundo laboral”, sostuvo.

Después de finalizar sus estudios, Andrés consiguió trabajo en la empresa Daewoo, donde participó en la puesta en marcha de uno de los buques más grandes del mundo. “Fue un hito en mi carrera. Soy ingeniero y pude trabajar en el MSC REEF, uno de los seis buques más impactantes del planeta”, recordó orgulloso.

En 2019, Andrés dejó su trabajo en la ingeniería naval y se mudó a Busan. Fue en esa ciudad, mientras pasaba frente a un edificio que decía “Busan Metro”, cuando se le ocurrió una idea que parecía imposible: “En Argentina trabajaba en el ferrocarril. ¿Por qué no intentar trabajar de conductor de trenes en Corea?”, se preguntó.

Decidió intentar su suerte, aunque al principio los coreanos ni siquiera entendían cómo un extranjero podría ser conductor de trenes. “Fui a preguntar y me dijeron que no había extranjeros en ese puesto, pero que si pasaba los exámenes no había ninguna ley que lo prohibiera. Así que me lancé”, contó.

Pasó varios meses preparándose para un examen extremadamente competitivo, con miles de coreanos presentándose cada año para unos pocos lugares. “Me tomaron después de mi noveno intento. Fue una locura, pero finalmente me dieron la oportunidad de estudiar para obtener la licencia de conductor de trenes”, rememoró Andrés.

La fama y la distinción

Su primer trabajo fue en una línea de trenes automatizados, donde Andrés se encargaba de supervisar el funcionamiento de los trenes cuando no se encontraban operando de forma automática. “Era casi como ser un guarda. Tenía que lidiar con los pasajeros que se quejaban por todo. Era un desafío, pero al final, lo logré”, relata.

El reconocimiento llegó de forma inesperada. “El presidente de la empresa me llamó para felicitarme, y después me otorgaron el título de ciudadano honorario de Seúl. Fui el primer argentino en recibirlo”, precisó.

En 2020, fue invitado a tocar la campana de Año Nuevo en el centro de Seúl, un gesto que le permitió ser aún más reconocido en la ciudad. “Eso fue algo increíble. Estuve en programas de televisión, me conocieron por la calle. Aunque la fama duró solo unos meses, fue un momento único”, manifestó.

Hoy, Andrés trabaja como conductor de trenes en la línea 1 del metro de Seúl. Es una línea vieja, con trenes que parecen sacados de una película retro: “Este trabajo me cambió la vida. No me lo hubiera imaginado nunca cuando llegué a Corea. Pero bueno, hoy soy un conductor de trenes, y la vida me llevó por ese camino”.

Cómo es vivir en Corea del Sur

“Lo que más extraño de Argentina es la comida, sin duda. Los argentinos siempre extrañamos el dulce de leche, las empanadas... Pero ahora, por suerte, ya podemos conseguir algo de dulce de leche, la yerba, hasta el mate. Pero los cortes de carne, eso sí, no hay forma de conseguir un buen corte de carne aquí”, precisó.

“Vivir en Corea es una cosa bastante diferente a lo que estamos acostumbrados en Argentina. Acá, todo es consumismo, todo se compra y se tira. Nada dura para siempre”, aseguró. Y es que, según él, el sistema está hecho para que la gente nunca pueda aferrarse a algo por mucho tiempo. “Si querés comprarte algo para la casa, no vale la pena invertir mucho porque en dos años lo vas a tener que tirar. Te mudás de casa y te olvidás de comprar cosas caras porque sabés que no te van a durar”, detalló.

En Corea, si un vehículo tiene más de diez años, es casi un tabú seguir utilizándolo, algo que para Andrés resulta incomprensible. “Yo tengo un auto de veinticinco años, un 99, pero acá eso es raro”, señaló.

Andrés, que vive solo y no está en pareja, completó: “Lo que más extraño de Argentina es mi familia, mis amigos y mis perros. Mi vida acá es bastante sencilla. “En mi casa tengo parrilla, así que trato de hacer asado. Cuando no estoy muy ocupado y no hace mucho frío, hago asado todos los fines de semana”.

Fuente: TN

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