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Heredó una carnicería a los 25, llegó a tener 82 y abrió las parrillas más emblemáticas de Puerto Madero

Oscar Protto tenía 25 años cuando murió su papá y heredó la carnicería familiar en Villaguay, Entre Ríos. De manera cotidiana comenzó a asistir al Mercado de Hacienda de Buenos Aires para la comercialización de los animales y, con el tiempo, se convirtió en un experto en la materia. Llegó a tener 82 carnicerías y dirigir dos frigoríficos. Sin embargo, su pasión por la carne y el vino argentino lo llevaron a abrir una parrilla y fue así que en el 1998 nació Estilo Campo en Puerto Madero y 15 años después, Villegas Resto & Grill.
“Mi papá se levantaba a las 5 de la mañana para ir a los remates y volvía por la noche. Lo apasionaba y varios años lo nombraron ‘mejor comprador’. Después de unos 20 años, decidió cambiar de rubro, se juntó con otros cuatro matarifes y pusieron un restorán, Estilo Campo, porque le parecía una actividad más tranquila”, dijo a TN el hijo de Oscar, Ulises Protto, sobre la historia de sacrificio detrás del clásico local de Puerto Madero, que fue distinguido como sitio de interés turístico en 2019.
Con una larga experiencia en hacienda, Oscar estaba seguro de que podía garantizar la calidad de la materia prima en todo lo vinculado a las carnes. Pero “tenía mucho que aprender del negocio gastronómico, cómo estar al frente del personal...”, recordó su hijo.
Once años después, en 2009, Protto abrió un segundo local en la zona que ya se había vuelto muy competitiva: Cabaña Villegas, ahora renombrado Villegas Restó & Grill (Av. Alicia Moreau de Justo 1050), con la ayuda de dos socios. A los pocos años, Protto absorbió el 100% y ahora maneja el negocio con su esposa y sus hijos, una abogada y diseñadora y un contador.
Un negocio de familia que cumple 15 años
“Villegas es como nuestro hijo, acá trabajamos el 100% de la familia. Un día mi papá pasó delante de la puerta y vio que el local estaba en alquiler. Dijo ‘acá vamos a poner algo’”, recordó Ulises Protto. Y fue así como abrieron otra parrilla, a apenas 10 cuadras de la primera. “La idea al principio era que sea una parrilla low cost, con un salad bar, que se diferencie de lo que era Estilo Campo. Ahora el concepto es de un lugar con una muy buena relación precio-calidad”, sostuvo.
“Estamos todo el tiempo tratando de mejorar, de formar mejor el personal, de mejorar el servicio”, dijo Protto. A los mozos del equipo les dan desde clases de inglés y portugués para poder atender a la numerosa clientela brasileña del lugar hasta capacitaciones sobre vinos con la sommelier Mariana Gil Juncal.
“Además de la materia prima, lo más importante que tenemos es nuestro personal. Somos como una gran familia y tratamos de no desviarnos de los valores humanos”, sostuvo el empresario gastronómico.
Según Ulises Protto, el perfil del cliente de Villegas es del de “una persona que tiene ganas de salir a comer, pero sabiendo que no lo van a matar con el precio”.
En cuanto a los cortes que más salen, son el bife de chorizo -que Oscar Protto alguna vez calificó como “marca país de la cocina nacional”- y el ojo de bife.
En Villegas afirman que le rinden “culto a la carne argentina” y uno de los secretos de sus maestros parrilleros está en el proceso de maduración: reciben la carne fresca de los trenes de bife, que cortan y envasan al vacío para dejar estacionar durante por lo menos 15 días en una cámara frigorífica, para que exprese mejor su sabor.
Además de los cortes tradicionales de la parrilla, las especialidades del chef Mario Silva son el matambrito de cerdo con morrón asado, ajo y muzzarela, las brochettes de lomo marinado con panceta, pimiento rojo y cebolla colorada, el sandwich de ojo de bife con queso tybo. También hay varios risottos, pescados, un lomo de cordero con cuscús y las infaltables milanesas, que salen con fetuccini o papas.
La sommelier Mariana Gil Juncal armó por su parte un mapa federal del vino, con algunas de sus etiquetas favoritas, a modo de invitación a recorrer el país y hacer “un viaje en copa por la Argentina vitivinícola”.
En 2018, el local sufrió un incendio y estuvo cerrado durante 45 días, tiempo que aprovecharon para hacerle varias reformas. En los últimos 2 años, los Protto realizaron una inversión de u$s20.000 destinada a reformar los 342 m2 de los salones más los 22 m2 de aire libre que tiene Villegas.
“Pasamos por muchos golpes, pero, hoy estamos muy consolidados, muy enfocados como familia en el negocio. Estamos tratando de armar una empresa que nos trascienda”, sostuvo Protto.
La parrilla tiene una facturación que varía entre los $120 millones y $150 millones mensuales dependiendo de la cantidad de cubiertos. “Los últimos años fueron de mucho crecimiento y esperamos que el 2024 no sea la excepción”, sostuvieron.
Fuente: TN

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Nació en Lanús y se convirtió en el primer ciudadano ilustre argentino en Corea del Sur por un hecho inusual

Andrés Albiol se ríe mientras recuerda sus primeros días en Corea del Sur. “Llegué a este país en 2010, sin saber mucho más que la letra de una canción de K-pop que me había enganchado en mi adolescencia. Al principio, ni siquiera hablaba coreano”, explicó quien casi 15 años después es conductor de trenes en Seúl, un puesto al que llegó tras una serie de eventos que ni él mismo hubiera imaginado.
La historia de Andrés en Corea del Sur comenzó mucho antes de que llegara a la capital del país. En la Argentina, el nacido en Lanús era ferroviario. Antes, había estudiado Ingeniería en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), pero su destino tomó un giro diferente. “No me llegué a recibir, y la situación del país estaba complicada. Además, falleció mi papá y empecé a pensar en algo distinto, en salir. La idea de vivir afuera siempre me rondaba”, contó a TN.
La decisión de mudarse al extranjero fue una mezcla de circunstancias personales y un deseo de explorar nuevas posibilidades. “De chico vi una banda de rock coreano que me gustaba, no tanto por la música, sino por una chica que me llamaba la atención”, explicó entre risas. En 2010 se decidió: se subió a un avión con un pasaje de ida y apenas unas pocas palabras en coreano. “Llegué con visa de turista, así que cada tres meses tenía que salir del país y volver a entrar”, recordó.
Al principio, las oportunidades fueron escasas. Andrés trabajó como mesero en una cafetería. “Era lo que había. Comía arroz con arroz todos los días, pero bueno, de alguna forma tenía que sobrevivir”, confesó. Y fue su habilidad para aprender idiomas la que le abrió las puertas para quedarse definitivamente en el país asiático.
“Me inscribí en un curso de coreano que me dio una visa de estudiante y ahí empecé a tomar las riendas de mi vida acá”, dijo quien completó aquella cursada y se convirtió en profesor de español en Corea.
Del salto a la ingeniería naval al deseo de ser conductor de trenes
El próximo paso fue una inscripción en la Universidad de Seúl. Con su experiencia en ingeniería, comenzó a estudiar para terminar su carrera. “En Argentina eran seis años para ingeniería naval, pero en Seúl me reconocieron dos años de estudio. Fueron cuatro años para completar la carrera, y ya tenía un pie en el mundo laboral”, sostuvo.
Después de finalizar sus estudios, Andrés consiguió trabajo en la empresa Daewoo, donde participó en la puesta en marcha de uno de los buques más grandes del mundo. “Fue un hito en mi carrera. Soy ingeniero y pude trabajar en el MSC REEF, uno de los seis buques más impactantes del planeta”, recordó orgulloso.
En 2019, Andrés dejó su trabajo en la ingeniería naval y se mudó a Busan. Fue en esa ciudad, mientras pasaba frente a un edificio que decía “Busan Metro”, cuando se le ocurrió una idea que parecía imposible: “En Argentina trabajaba en el ferrocarril. ¿Por qué no intentar trabajar de conductor de trenes en Corea?”, se preguntó.
Decidió intentar su suerte, aunque al principio los coreanos ni siquiera entendían cómo un extranjero podría ser conductor de trenes. “Fui a preguntar y me dijeron que no había extranjeros en ese puesto, pero que si pasaba los exámenes no había ninguna ley que lo prohibiera. Así que me lancé”, contó.
Pasó varios meses preparándose para un examen extremadamente competitivo, con miles de coreanos presentándose cada año para unos pocos lugares. “Me tomaron después de mi noveno intento. Fue una locura, pero finalmente me dieron la oportunidad de estudiar para obtener la licencia de conductor de trenes”, rememoró Andrés.
La fama y la distinción
Su primer trabajo fue en una línea de trenes automatizados, donde Andrés se encargaba de supervisar el funcionamiento de los trenes cuando no se encontraban operando de forma automática. “Era casi como ser un guarda. Tenía que lidiar con los pasajeros que se quejaban por todo. Era un desafío, pero al final, lo logré”, relata.
El reconocimiento llegó de forma inesperada. “El presidente de la empresa me llamó para felicitarme, y después me otorgaron el título de ciudadano honorario de Seúl. Fui el primer argentino en recibirlo”, precisó.
En 2020, fue invitado a tocar la campana de Año Nuevo en el centro de Seúl, un gesto que le permitió ser aún más reconocido en la ciudad. “Eso fue algo increíble. Estuve en programas de televisión, me conocieron por la calle. Aunque la fama duró solo unos meses, fue un momento único”, manifestó.
Hoy, Andrés trabaja como conductor de trenes en la línea 1 del metro de Seúl. Es una línea vieja, con trenes que parecen sacados de una película retro: “Este trabajo me cambió la vida. No me lo hubiera imaginado nunca cuando llegué a Corea. Pero bueno, hoy soy un conductor de trenes, y la vida me llevó por ese camino”.
Cómo es vivir en Corea del Sur
“Lo que más extraño de Argentina es la comida, sin duda. Los argentinos siempre extrañamos el dulce de leche, las empanadas... Pero ahora, por suerte, ya podemos conseguir algo de dulce de leche, la yerba, hasta el mate. Pero los cortes de carne, eso sí, no hay forma de conseguir un buen corte de carne aquí”, precisó.
“Vivir en Corea es una cosa bastante diferente a lo que estamos acostumbrados en Argentina. Acá, todo es consumismo, todo se compra y se tira. Nada dura para siempre”, aseguró. Y es que, según él, el sistema está hecho para que la gente nunca pueda aferrarse a algo por mucho tiempo. “Si querés comprarte algo para la casa, no vale la pena invertir mucho porque en dos años lo vas a tener que tirar. Te mudás de casa y te olvidás de comprar cosas caras porque sabés que no te van a durar”, detalló.
En Corea, si un vehículo tiene más de diez años, es casi un tabú seguir utilizándolo, algo que para Andrés resulta incomprensible. “Yo tengo un auto de veinticinco años, un 99, pero acá eso es raro”, señaló.
Andrés, que vive solo y no está en pareja, completó: “Lo que más extraño de Argentina es mi familia, mis amigos y mis perros. Mi vida acá es bastante sencilla. “En mi casa tengo parrilla, así que trato de hacer asado. Cuando no estoy muy ocupado y no hace mucho frío, hago asado todos los fines de semana”.
Fuente: TN
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Se fue de la Argentina para trabajar en Japón: le dieron un auto, una habitación y un sueldo de casi US$1000

Entre montañas nevadas, baños termales y paisajes increíbles, Facundo Niizawa cumple el sueño de viajar y recolectar experiencias únicas. El argentino de 27 años decidió dar un vuelco en su vida cuando renunció a un trabajo en el Congreso de la Nación para establecerse en Japón.
“No lo hago por la plata, sino por la experiencia”, dijo el joven a TN. Es que luego de estudiar Psicología y capacitar a empleados del Congreso sobre la Ley Micaela, sintió que algo le faltaba. Por eso, en 2022 decidió dejar atrás la rutina y salir al mundo junto a Jes, su novia.
Su recorrido lo llevó por Latinoamérica, Estados Unidos y, finalmente, a Japón, donde hoy trabaja en un centro de ski con un sueldo de aproximadamente 950 dólares mensuales. La decisión de viajar a ese país no fue parte de un plan, sino más bien un golpe de suerte.
“Lo de Japón fue medio azaroso”, contó Facundo, que explicó que mientras organizaban su viaje por Estados Unidos descubrieron que los vuelos a Tokio estaban a buen precio, y que había oportunidades laborales en la temporada de nieve.
“Nos enteramos de la Working Holiday Visa, que era gratis y rápida, y no dudamos en sacar el pasaje y juntar los papeles. Todo lo decidimos en tres semanas”, precisó. El 7 de noviembre de 2024 aterrizaron en Japón, donde su visa le permite quedarse un año. La pareja eligió Niseko, una de las zonas más famosas para los deportes de nieve, y comenzaron a trabajar en un hotel de montaña.
Facundo trabaja en la recepción del hotel y también transporta huéspedes hasta el centro de ski. Su jornada laboral se divide en dos turnos: de 7 a 11 de la mañana y de 19 a 23. A cambio, recibe un salario aproximado de 950 dólares netos por 40 horas semanales, con la posibilidad de hacer horas extra. “Si quiero hacer más horas, toca palear nieve. No está mal porque pagan el doble. En febrero gané unos 200 dólares más”, explicó.
Si bien el sueldo no es alto, el trabajo tiene otros beneficios: “Nos dan una habitación privada, lo cual es fundamental, porque si te toca alquilar ya no es tan redituable. Además, nos dan un auto, el desayuno y el pase de ski para toda la temporada”, indicó.
Para él, sin embargo, lo más importante no es el dinero sino la experiencia: “Si el objetivo es ahorrar, mejor buscar trabajo en Australia, Estados Unidos o Nueva Zelanda. Esto lo recomiendo más por la vivencia”.
El día a día en Japón
Más allá del trabajo, Facundo relató que aprovecha al máximo su estadía en Japón. “Tengo la tarde libre para hacer lo que quiera. Entre los turnos voy a esquiar y en mis dos días libres le meto al snowboard a full. También me gusta relajarme en algún onsen (baños termales japoneses) y comer ramen”, sostuvo.
Luego agregó que, a pesar de ser descendiente de japoneses, la cultura del país no deja de sorprenderlo. “Hay muchas cosas, como la comida, que siempre estuvieron presentes en mi familia, pero todavía tengo mucho por aprender”.
Antes de empezar a trabajar, ambos viajaron un mes por distintas regiones de Japón para conocer más sobre su historia y religión. Pero Facundo admitió que vivir en otro país no es fácil. “Obviamente se extraña. A mis abuelas, a mis hermanos (que todavía son chiquitos y no puedo ver cómo crecen), el fútbol con mis amigos. Eso por acá no se encuentra”, dijo.
Luego de terminar la temporada de invierno en Niseko, Facundo voló a Okinawa, un archipiélago paradisíaco en el sur de Japón, para descansar y generar contenido: actualmente tiene más de 160 mil seguidores en Instagram y planea quedarse hasta octubre de 2025 como guía de rafting.
“En algún momento volveré a Argentina, pero hoy tengo la energía y las ganas de seguir viendo el mundo. Aconsejo que para trabajar y vivir la cultura japonesa, mejor ir a Tokio o Kioto. Si te gustan los deportes de nieve, Niseko es un paraíso”, concluyó.
Fuente: TN
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Vendió todo para vivir en Italia, pidió un préstamo y un cliente la estafó: “Soñaba con arrancar de cero”

Gisela Cardozo recuerda que era mayo de 2024 y que estaba en su negocio de depilación con hilo cuando escuchó una propuesta más que tentadora: “Vino un chico a depilarse y me contó que su hermano estaba hace 10 años en Italia, que él se encargaba de hacer todos los papeles para poder trabajar allá. Me pasó su contacto y me ofreció ayudarme a emigrar”.
En aquel entonces le dijo que le cobraba 3500 euros por todo: alojamiento, papeles y la posibilidad de un trabajo. Gisela confió en su cliente y vendió todo. Primero sus cosas y luego el fondo de comercio. Pidió un préstamo y durante tres meses se preparó para el gran viaje de su vida. “Estaba decidida, soñaba con arrancar de cero. Le mandé la mitad de la plata desde acá y la otra mitad se la daba al llegar”, contó a TN.
Unos días antes de viajar, el supuesto gestor finalmente le pasó la dirección del departamento en Boves, una comuna remota de la provincia de Cúneo, a una hora de Torino. “Cuando vi la ubicación en Google Maps me preocupé. Estaba lejos de todo. Me dijo que no me preocupe, que había colectivos, que estaba todo bien. Me habló de un trabajo en una fábrica de chocolates, La Crea, pero resultó que quedaba a una hora y media en transporte y caminando”.
El lugar era hostil: sin colectivos cerca, a 15 cuadras del transporte más próximo y con subidas que dificultaban hasta hacer las compras. A eso se sumó el aislamiento. “Yo había pedido dos semanas para instalarme antes de empezar a trabajar. Me dijo que no había problema, pero después nunca concretó el trabajo”, indicó Gisela.
“Me empezó a tirar trabajos imposibles. Uno en un gimnasio, de cuatro y media a diez de la mañana, en Cúneo, y me decía que vaya en monopatín por la ruta, en pleno invierno y con nieve”, recordó la mujer de 37 años. “Así estuve un mes y medio, buscando cómo sobrevivir. Llevé plata para un mes, pero no para todo lo que vino después”.
A través de un grupo de Facebook de argentinos en Italia, Gisela empezó a conocer a otras víctimas en su misma situación. “Ahí me enteré que varias chicas estaban pasando por lo mismo. Él las volvía locas, las hacía mudarse, les daba vueltas. A mí me quiso cobrar más para mudarme, sabiendo que no tenía un peso”, indicó.
La estafa emocional y económica
En total, Gisela perdió 3500 euros, entre lo que pagó por trámites, alojamiento y supuestos servicios. De eso, sólo recuperó 800 cuando volvió a la Argentina, gracias a Paolo, el hermano del estafador, que intentó “arreglar las cosas” para limpiar su imagen.
“Fue una estafa emocional. Jugó con la vida de muchas personas. A mí me estafó, pero también a chicas jovencitas que se tuvieron que volver sin nada. Yo, por suerte, tenía familia, amigos, clientas que me esperaban. Pero otras no tuvieron esa red de contención”, dijo la víctima.
Durante su estadía, trabajó 20 días en una fábrica de empaquetado de frutas. “Me pagaban en negro. No tenía contrato, ni residencia fijada. Me enteré que el kit de papeles que él me armó estaba mal hecho. Me hacía creer que iba a tener ciudadanía, pero no tenía ni contrato laboral ni domicilio real. Así no se puede tramitar nada.”
“Conocí una familia rosarina allá. Fueron como ángeles. Me invitaron a comer, me integraron a su grupo de amigos. Ellos me terminaron abriendo los ojos: me dijeron que este chico ya era conocido por estafar. Algunos incluso también habían sido víctimas”, rememoró.
La situación era más grave de lo que imaginaba: el estafador no había pagado el alquiler del departamento donde la alojó durante siete meses. A Gisela le cobraba 350 euros por mes por un lugar que costaba 240. Cuando habló con el dueño, él mismo se sorprendió de que sólo viviera ella, ya que el estafador había dicho que eran tres personas.
“Me hizo enloquecer. Me enredó tanto que, por momentos, no sabía cómo salir. Él te contesta los mensajes, se muestra amable. Habla de sus hijas para generar confianza. Y cuando te das cuenta de todo, ya es tarde”, precisó.
La denuncia y el regreso
Dos días antes de volver a Argentina, Gisela finalmente lo denunció. “No quería hacerlo al principio, pero después de todo lo que viví necesitaba dejar constancia. Me volvía sin plata, pero con la frente en alto”, explicó.
Al volver, no tenía nada. Vivió con una amiga, retomó su trabajo a domicilio, y recibió ayuda de colegas que le prestaron espacios para atender. “Laburé, laburé, laburé. Hoy, seis meses después, tengo nuevamente mi local en La Boca y un departamento alquilado. Reconstruí todo desde cero. No me arrepiento porque fui valiente. Me animé. Conocí otro continente, otras culturas. Mi sueño era Barcelona, pero terminé en Italia. A pesar de todo, lo logré: estuve allá, aprendí, y volví más fuerte”, sostuvo.
“Mi consejo es que averigüen bien. Hablen con gente de confianza. Vayan a conocer el lugar antes. Yo tenía referencias, pero igual me pasó. No es como en las películas. Y lo más importante: no entregues tu vida a alguien que no conocés bien”, completó Gisela.
Fuente: TN