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Fede Gambetta, el enólogo detrás del mejor vino argentino del año: “La botella perfecta es la que emociona”

En el brazo izquierdo, Federico Gambetta tiene tatuado una copa de vino. En el derecho, un fuego que representa esa llama interior, la pasión que lo mueve, su dulce obsesión: hacer vino. Con 36 años, el ingeniero agrónomo y enólogo de la bodega mendocina Altos Las Hormigas es uno de los jóvenes que marcan un nuevo rumbo en la industria del vino argentino.

Esta semana, uno de sus vinos, el Malbec Los Amantes 2022, quedó 41 en el ranking de los 100 mejores vinos del año del mundo para el crítico estadounidense James Suckling y fue el vino argentino mejor ubicado.

Suckling le dio 99 puntos y afirmó que el vino “muestra sutiles notas de frutas rojas, violetas secas y mineralidad pedregosa”. “Herbáceo y aromático, con taninos vibrantes, casi efervescentes, y una fruta delicada y cautivadora. Hay una hermosa armonía entre los taninos, la fruta y la frescura que ofrece una expresión verdaderamente equilibrada”, comentó sobre el vino, que proviene de una parcela de una hectárea en El Jardín de las Hormigas, en Altamira. “Para beber ahora”, cerró su crítica.

En 2024, el crítico ya había calificado de "vino argentino del año” a la añada 2021 de este vino 100% orgánico de la línea Jardín Las Hormigas. La misma etiqueta también había obtenido la calificación máxima (100 puntos) del inglés Tim Atkin.

En septiembre, otro Malbec de Gambetta y su equipo, el Meteora 2022, entró en el top 5 de los 100 mejores vinos del año de Argentina, según Suckling.

Para Gambetta, estos premios son “un mimo al alma”. “Estos últimos tres años hemos recibido muchos puntajes, muchos premios y al día siguiente se trabaja exactamente igual. Me dan mucha paz,para nosotros significa consolidar un estilo de vinos y una identidad que vamos construyendo año a año, una búsqueda que excede los premios”, sostuvo con humildad.

“Todo cambia, todo es dinámico, lo que me ahorró muchos años de psicólogo fue entender que nunca voy a llegar. Porque siempre voy a tener un corte nuevo, un nuevo objetivo. Entonces, nada, me relajé y honestamente disfruto un poco el camino. Hago vino, me encanta hacer vino y disfruto eso. Todo lo que llega por fuera, va a ser un mimo, lo festejo, pero sigo adelante”, sostuvo.

-TN: ¿Creés que existe el vino perfecto?

-Fede Gambetta: Para mí es bastante utópico. Soy muy obsesivo con la excelencia, pero entiendo que la excelencia es imperfecta. Ahora, sí te puedo decir que hay vinos que me han generado piel de pollo, que me han generado hasta escalofríos, porque son vinos que tienen una energía especial, que compartimos con personas especiales y te despiertan una sensibilidad especial. Yo me acuerdo cuando Tim Atkins y Suckling nos dieron los 100 puntos, ellos dijeron, “Wow.” La palabra fue “wow.” Y ese wow significa para mí eso, ‘che, mirá, me generaste algo que me moviliza’. Y para mí eso es lo más cercano a la perfección que puede tener un vino“.

Una vida entre viñedos

Mendocino hasta el último de sus rulos, Gambetta respira vino y a veces, hasta “sueña con racimos”. Creció rodeado de campos y viñedos, en una familia con tradición en la producción vitivinícola. Sus abuelos tenían bodegas y “los domingos eran todo muy italiano, muy familiar y con el vino siempre en la mesa“.

Desde pequeño, entendió que hacer vino era, para él, “amar la tierra y entender el tiempo en la bodega”. Esa filosofía guió sus pasos y definió su visión de la viticultura: una combinación de respeto por la tradición, ciencia y sensibilidad.

Tras recibirse de ingeniero agrónomo, trabajó en el INTA de Mendoza en colaboración con instituciones internacionales de Francia y Asutralia para investigar el impacto del cambio climático en el Malbec. “Lo que más me importaba era si la planta iba a sobrevivir o no. La conclusión es que la planta sí sobrevive, se adapta a las nuevas necesidades y, aunque cambia la calidad y el estilo del vino, en general se adapta totalmente”, explicó a TN.

Su inquietud lo llevó por Italia, Francia y Estados Unidos, donde adquirió conocimientos y entendimientos diversos que luego volcó en sus proyectos en la Argentina. Tras regresar a Mendoza, trabajó un año para Catena Zapata y luego pasó a Caro, el proyecto de alta gama de la familia Catena en alianza con la francesa Rothschild., donde estuvo siete años.

Luego, en 2020, poco después de cumplir los 31, recibió un llamado y una propuesta que no pudo rechazar: era Alberto Antonini, uno de los cofundadores de Altos Las Homigas con Antonio Morescalchi. “Me dijo que quería trabajar conmigo, así que cambié de rumbo” y allí Gambetta empezó a dejar su huella mientras exploraba el mundo del vino orgánic y descubrió “un compnennte energético” y “una armonía” muy interesantes en los viñedos que tienen en Luján de Cuyo y Altamira.

En Altos Las Hormigas lo que hacen es “una vinicultura de sastre, taylor made", donde se plantan los viñedos siguiendo los tipos de suelo.

“A partir de eso todas las tareas de viticultura, ya sea poda, riego, fertilización, cosecha; y después en bodega lo que es elaboración, temperatura, crianza en cemento, crianza en madera, lo que sea, todo es adecuado a cada cuartel y en cada añada”, explicó el enólogo.

No seguimos ninguna receta, es una viticultura más dinámica”, afirmó. Esa sensibilidad y respeto por la naturaleza y los procesos son aspectos claves de su filosofía.

“El vino comienza en el viñedo y en ese sentido, cada añada es una cápsula de tiempo, una interpretación diferente del mismo terroir. Cada circunstancia climática hace que todo sea diferente. Si el año fue cálido, fue frío, si fue lluvioso, fue seco, mi tecnicismo de cómo lo podé, cómo lo coseché, cómo lo regué y cómo lo elaboré en la bodega, es totalmente diferente", sostuvo.

En este proceso también cambian las personas. "Como grupo humano, con mi equipo, también somos personas diferentes. Por eso los vinos de Federico del 2021 no tienen nada que ver con los vinos del Federico de 2025″, sostuvo.

“Esta es tu vida, hacé lo que amas y hacelo con frecuencia”, dice una frase escrita con un marcador en uno de los tanques de acero inoxidable de la bodega Altos Las Hormigas. Para Gambetta “hacer vino es algo fantástico".

“Me conecta conmigo mismo. Cada cosecha me recuerdo que estar en el proceso es lo que más me gusta”, declaró en un posteo en redes en el que recordó sus primeras vendimias, cuando “las manos terminaban pintadas y el lavarropas no daba abasto para empezar un nuevo día”.

Aunque advirtió que “no hay que romantizar la cosecha” , ya que es un momento duro, de trabajo intenso, pero que también trae “mucha adrenalina”.

A Gambetta le gusta pensar al Malbec como “un puente” entre la Argentina y el mundo. Pero también cree que es momento de explorar otras cepas. “Hay una una corriente muy buena de los vinos no Malbec hoy. El mercado está con una especie de break de Malbec, una especie de recreo y se buscan cosas los blancos, la garnacha, el clarete, las criollas..." y tomó como ejemplo el Bonarda que hacen en la bodega que fue “sold out” en los últimos cinco años.

La Argentina a nivel vino está en un momento maravilloso, más allá de los costos y de la caída del consumo. A nivel calidad y búsqueda estamos en un momento muy bueno y yo veo que los blancos están creciendo a ritmos impresionantes”, afirmó Gambetta.

Fuente: TN

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Resistencia será sede del Congreso “Somos La Voz 2025: Ungidos Para la Transformación”

Los días 14 y 15 de noviembre, la ciudad de Resistencia, Chaco, será epicentro de uno de los eventos cristianos más esperados del año: el Congreso Internacional “Somos La Voz 2025”, bajo el lema “Ungidos Para la Transformación”.

El evento reunirá a una generación de líderes, pastores y creyentes comprometidos con la expansión del Reino. Entre los invitados internacionales estarán los pastores David y Diana Scarpeta, el profeta Ronny Oliveira, y, por primera vez en más de una década, el evangelista Benny Hinn, quien ministrará junto a su equipo.

También participarán los fundadores del movimiento, los pastores Guille y Milu Ledesma, los pastores Cristian y Maca Ledesma, y los anfitriones Apóstol Jorge y Profeta Alicia Ledesma. El cierre estará a cargo de Factor de Cambio, en un tiempo de celebración y activación espiritual.

El congreso promete ser una cita clave para todos los que desean ser parte de la transformación espiritual y social que está impactando a las naciones.

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Congreso SLV: General

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Rescató un perro con sarna y su vida cambió: dejó la publicidad, se hizo vegano y ahora salva animales

La vida de Federico Sordo estuvo ligada a los animales desde chico. Sus padres consentían las andanzas de su hijo adolescente cada vez que llegaba de la calle con un animal en sus brazos. ”¿Qué hay del otro lado de la puerta, Fede?”, le consultaban cuando tocaba el timbre de la casa en vez de abrir con sus llaves. Era su forma de avisar que llegaba con compañía.

Años después, al terminar el secundario, estudió veterinaria pero se dio cuenta de que no era su camino y cambió a publicidad. “Impulsado por la curiosidad y la necesidad de saber más sobre la realidad de los animales, empecé a escuchar a activistas como Gary Churovsky y a ver documentales de investigaciones producidos por organizaciones como PETA. Eso llevó a que un día me sentara en la mesa con mi familia y les dijera que no quería comer más carne”, recuerda Federico en diálogo con TN.

Fue una imagen de su mamá cocinando lo que a él le resultó “un pedazo de animal” lo que disparó la conciencia sobre su alimentación. Así, sin saberlo aún, comenzaba el camino de su activismo por los demás animales.

Un perro “macanudo”

En 2011, ya viviendo solo, llegó el día en que su vida empezaría a transformarse por completo: fue la noche en que un perro flaco y con sarna decidió buscar refugio en la entrada de su edificio. Fede lo vio y no dudó en entrarlo al monoambiente de 39 metros cuadrados que compartía con su gata. En ese momento llegó su primera lección: “Me le acerqué para agarrarlo y me gruñó. Ahí entendí que las ganas de ayudar nunca tienen que estar por encima de quien necesita la ayuda. Me quedé sentado al lado de él un rato hasta que le dije ‘mirá, tengo que entrar’ y lo arrastré con la alfombra sobre la que estaba acostado".

“Cuando cerré la puerta, se paró y me acompañó hasta el ascensor. Sentí que sabía muy bien lo que estaba haciendo”, agregó. Al recién rescatado lo bautizó Cascote (porque estaba todo cascoteado) y por él empezó “a hacer equipos”: la veterinaria que ofreció ayuda para atender al perro, la fotógrafa que le hizo imágenes para difundir su adopción y sus compañeros de la agencia de publicidad que colaboraron con los gastos. Para compartir las novedades diarias y arrancar con la búsqueda de un hogar armó la fanpage en Facebook Cascote, un perro macanudo.

“En publicidad estaba pensando ideas para venderle a la gente cosas que no necesitaba, entonces dije, en lugar de estar haciendo eso, puedo pensar ideas para ayudar a Cascote a encontrar una familia. Así diseñé su campaña de adopción, basada en cosas que hacía un perro macanudo y eran motivos de adopción. Uno que recuerdo con una sonrisa es el de ‘se come la fruta abrillantada que le sacás al pan dulce’, algo muy digno de un perro macanudo”. Gracias a esa campaña la comunidad empezó a expandirse hasta sumar miles de seguidores.

“Cuando Cascote fue adoptado, publiqué que me parecía bueno poner la página en función de otros animales que lo necesitaran. Quería saber si aparecía otro animal o si yo difundía otra cosa, iban a estar. Y la gente, sí, sí, claro. Unos divinos”, contó.

Rescates, santuarios y elefantes

La experiencia con Cascote siguió impactando en la vida de Fede: se hizo vegano, dejó su trabajo en la agencia de publicidad y se lanzó a cumplir el sueño de dedicar el cien por ciento de su tiempo a trabajar por los derechos de los animales: “No podía trabajar más en publicidad vendiendo productos de origen animal. Me empezó a hacer ruido todo y renuncié sin tener mucha idea de qué iba a hacer pero sí que sería algo relacionado con los perros”.

Ahí surgió La Pandilla de Cascote, paseos 100% macanudos, el servicio de paseo de perros del cual vivió durante varios años, compartiendo los paseos con Barón, su perro, compañero inseparable. “Fue hermosa la respuesta de la gente cuando hice el anuncio en la comunidad de Cascote. Me escribieron de todo el país diciendo que querían que pasee a su perro”, dijo. El eslabón siguiente en la cadena que fue entrelazando el destino de Fede fue cuando comenzó a participar de las primeras vigilias en las puertas de mataderos promovidas por la organización Animal Save.

Una noche de lluvia de 2018 cuando el grupo de activistas esperaba la llegada de los camiones con vacas se enteraron del nacimiento de una ternera dentro de uno de los transportes. Luego de negociaciones con el matadero lograron que se las entreguen y Fede fue nuevamente hogar de tránsito para un animal. La cuidó en el mismo monoambiente en donde había comenzado todo con Cascote, hasta que la cadena de solidaridad permitió que Save (como bautizaron a la ternera) fuera recibida por el Santuario de Animales Equidad, en la provincia de Córdoba. “Yo simplemente fui un ladrillo más del puente que construimos para cambiarle la vida a esa vaquita”, recuerda.

La llegada de Save al santuario produjo otro sismo en el rescatista de Cascote: pronto se sumaría al equipo de comunicación de la institución. Su directora, Alejandra García, lo conoció en ese intercambio que provocó el rescate de la ternera y le ofreció trabajo en Córdoba. “Yo no lo podía creer, era Disney para mí, estaba llegando a lo que quería, que era trabajar para un santuario, comunicando los derechos de los animales”. Para 2023 se incorporó al equipo de comunicación del Proyecto ELE (Estrategia para la Liberación de los Elefantes) la campaña de la fundación suiza Franz Weber que llevó adelante el traslado a santuarios de los elefantes en cautiverio en zoológicos.

Así conoció a Pelusa, fue testigo con su cámara del viaje de Mara desde el ex zoo de Palermo a Brasil; de Pocha y Guillermina desde Mendoza -“tuve el honor de contemplar y registrar todo su proceso de entrenamiento, de adaptación a las cajas para poder viajar”-, Tamy, Kuki y Pupy y finalmente Kenya, en 2025.

Todo lo que aprendí en cada traslado, en cada viaje, todo lo que aprendí incluso de Cascote hasta la fecha, lo puse al servicio del documental que estamos trabajando junto con Nicolás Pauls en este proyecto que se llama ELE, un vínculo de liberación, y que podrá verse a fin de año”, explica.

Hay equipo

“Es un honor poder estar detrás de la cámara contando esto, poder trabajar de esto y ponerme al servicio. Porque yo siento que lo que sucedió con Cascote me hace preguntarme: ¿puede un perro cambiarte la vida? Porque Cascote a mí me la transformó en absoluto. De hecho no me puedo imaginar mi vida si no fuese como es y esto me llena de agradecimiento y me hace sentir muy pleno, poner mi vida al servicio de los demás animales“, asegura Federico.

En ese camino de servicio Fede se cruzó con el de muchas personas en la misma frecuencia que él, por eso piensa que “no existe el rol del salvador, uno nunca ayuda a los animales solo, siempre hay un equipo por más chiquito que sea. El primer equipo ya es con ese animal no humano que estás ayudando y después los humanos que empiezan a aparecer colaborando con dinero, con difusión, siendo hogar de tránsito, adoptando”

Para finalizar, deja un mensaje para quien quiera oírlo: “Es importante remarcar que hay un montón de gente ayudando que por ahí está completamente invisibilizada y desbordada también, porque siempre son las mismas personas las que se involucran. Entonces, para el que quiere hacer algo pero no sabe cómo o qué, le digo que no hay que hacer grandes cosas sino que simplemente hay que ver si estamos siendo coherentes entre lo que decimos, hacemos y pensamos, porque ahí es donde empieza a cambiar todo”.

Fuente: TN

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De una idea en un cajón a un vivero modelo: las once mujeres que transformaron el barrio Rodrigo Bueno

Por las calles del barrio Rodrigo Bueno, donde el cemento alguna vez intentó tapar todo, hoy se respira albahaca, kale y esperanza. Detrás de ese aire distinto hay once mujeres que decidieron hacer crecer algo más que plantas: una forma de vida.

Lo que comenzó como una iniciativa vecinal hoy es La Vivera Orgánica, un emprendimiento social consolidado, que creció en organización, impacto y reconocimiento.

En sus inicios no contaban con servicios, y hoy ofrecen siete propuestas distintas, desde talleres y venta de plantines hasta asesorías en huertas urbanas y provisión de productos al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

El origen: un cajón, una idea y mucha tierra por delante

Todo empezó en 2017, cuando el Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC) llegó al barrio con talleres para acompañar el proceso de urbanización. Entre las capacitaciones había una de jardinería.

Elizabeth Cuenca, vecina de nacionalidad peruana que hoy oficia como directora del emprendimiento, recordó que fue ahí donde “la preocupación por la salud y la alimentación” empezó a brotar entre mujeres desconocidas que compartían un mismo deseo: volver a tener la tierra cerca.

“En ese momento no pensábamos en un negocio, solo en sentir el sabor real de las frutas y verduras”, explicó Elizabeth en diálogo con TN.

De a poco, comenzaron a reciclar cajones de verdulería y a armar pequeños germinadores. Cuando estos ya no entraban en sus viviendas, trasladaron todo al balcón de la casa comunal del barrio. Sin saberlo, estaban sembrando la semilla de lo que más tarde sería la Vivera Orgánica Rodrigo Bueno.

El salto: del balcón al vivero

En 2019, tras insistir en reuniones con el IVC y el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat, consiguieron un espacio propio. “Nos preguntaron si éramos conscientes de lo que implica tener y manejar un proyecto autosustentable. Les dije que sí, aunque sabíamos que iba a ser complejo”, expresó.

Ese año, el 5 de diciembre, se formalizó el inicio del proyecto. El gobierno aportó la infraestructura; las mujeres, tal como sostuvo Elizabeth, “todo lo demás”. Con el acompañamiento de la ONG Un Árbol para mi Vereda, se capacitaron durante tres años en producción, comercialización y administración.

Resiliencia

Ya para enero de 2020 cosecharon sus primeras hortalizas (lechuga, acelga, kale, mostaza), pero apenas dos meses después llegó la pandemia, que puso en evidencia las desigualdades estructurales: muchas familias no accedían a cuatro comidas diarias.

El encierro por el COVID-19 frenó al mundo, pero no a ellas. Elizabeth fue la primera en volver al vivero: “Nos quedamos sin trabajo, sin ingresos y con miedo. Yo empecé sola, cuidando la producción. Luego, las compañeras se fueron sumando. Fue lo que nos salvó emocional y económicamente”, reflexionó.

Fue por ello que, con los permisos correspondientes, el grupo realizó un censo barrial y entregó, cada dos semanas, 25 bolsas de verduras a 25 familias con necesidades extremas.

La flor de los servicios

En mayo de ese mismo año lanzaron su primer producto online: un kit de huerta para armar en casa. Planeaban vender 15, pero terminaron vendieron 60. “Ahí dijimos: este es el camino”, recordó Elizabeth

Tras el éxito de las primeras ventas y la buena recepción por parte de sus clientes, decidieron llevar adelante distintas propuestas de servicios.

Entre esos se encuentran el armado de huertas y jardines de mariposas o colibríes, mantenimiento de espacios verdes, producción de biobosques urbanos, venta de kits y plantines nativos y aromáticos, voluntariado corporativo ambiental.

“Gracias a Dios fuimos las encargada de armar las huertas tanto de distintas familias en el conurbano como de una famosísima parrilla en Palermo. Sin darnos cuenta habíamos generado una clientela muy fiel”, afirmó.

Del conocimiento a la educación

Otro de los mayores y recientes logros de la Vivera Orgánica es la creación de su espacio educativo. Allí, con sus talleres reciben escuelas, jardines y universidades, que se acercan para conocer el trabajo que realizan.

“Este tipo de espacios y actividades comenzaron principalmente porque nosotras sentíamos una necesidad de retribuir todo el conocimiento adquirido en la comunidad”, sostuvo Elizabeth.

Además, participan del programa ACAP del Ministerio de Educación, que permite a estudiantes secundarios realizar prácticas vinculadas a la sustentabilidad, la jardinería y la economía circular.

Este espacio se convirtió en un punto de encuentro entre generaciones y saberes, donde se enseñan prácticas agroecológicas, se comparten experiencias de cultivo y se fomenta una mirada consciente sobre el entorno urbano.

Inculcar la conciencia

El próximo 8 de noviembre, La Vivera Orgánica abrirá sus puertas a una nueva experiencia: una exposición artística que mostrará trabajos realizados con materiales reciclados, que permanecerá durante quince días.

“La propuesta busca tender puentes entre el arte y la sustentabilidad, mostrando cómo los residuos pueden transformarse en piezas con sentido y belleza”, manifestó la directora.

La muestra, pensada como un paseo sensorial, invitará a reflexionar sobre los ciclos de la materia y la posibilidad de crear a partir de lo descartado. En ese diálogo entre naturaleza y arte, La Vivera refuerza su identidad como espacio cultural y educativo, donde el reciclaje se convierte en lenguaje y la tierra en escenario.

Fuente: TN

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