Para el Chaco, el país y el mundo del arte, el ombligo fue Resistencia. Afluencia inusitada de gente vivió esta fiesta cultural que representa una industria cultural sorprendente.
Una característica que toca a todos es el encuentro permanente con gente que hace tiempo uno no ve y éste es el lugar del reencuentro, del abrazo efusivo, de la sorpresa y el comentario “cuánto tiempo, che…”. Todo sucede en medio del arte.
Porque no olvidar que el eje y germen de todo es un concurso internacional –catalogado entre los tres más importantes del mundo- y que ahora se dirime el Gran Premio de Honor 30 años en el marco de celebración de tres décadas de concursos de esculturas.
Los siete campeones de las bienales pasadas terminan sus obras con la ilusión intacta de que pueden llevarse otro premio consagratorio del Chaco y también los escultores invitados que hicieron surgir monumentales piezas afinan y ponen detalles.
Los espectáculos se suceden en los distintos escenarios con marca plural: el folclore convive con el rap, así como adolescentes enamorados se cruzan con parejas de abuelos; los artesanos promocionan sus originales productos a una clientela ávida; los artistas de la escena pasan raudos con sus galas folclóricas o con ropas típicas de alguna colectividad; los músicos con sus instrumentos, los turistas con sus cámaras fotográficas a mano.
Hay alegría, hay convivencia, hay ánimo de festejar la vida y todo decanta en la idea de que esta bienal es también un regalo para el pueblo, unas verdaderas vacaciones de invierno, sin costo alguno.
Crónica: Marcelo Nieto // Fotos: Gustavo Torres y Gonzalo Pujal // Equipo Oficial de Prensa Bienal